jeudi 17 avril 2014

Globalização e soberania

Giovanni ARRIGHI
La globalización, la soberanía estatal
y la interminable acumulación del capital

Versión revisada de la ponencia presentada en la Conferencia sobre “Estados y Soberanía en la Economía Mundial,” Universidad de California, Irvine, del 21 al 23 de febrero de 1997. Con el agradecimiento del autor a Beverly Silver, David Smith, Dorie Solinger y Steven Topik por sus muy útiles comentarios sobre la anterior versión del texto.

Publicado en Iniciativa Socialista número 48, marzo 1998, con el agradecimiento de la revista al autor por autorizar la traducción y publicación del trabajo.

“Los tiempos de cambio son también tiempos de confusión”, observa John Ruggie. “Las palabras pierden su significado habitual, y nuestros pasos se vuelven inseguros sobre el que era, anteriormente, un terreno conocido” (1994: 553). Cuando lo que buscamos es caminar firmemente sobre conceptos aparentemente bien establecidos, como Stephen Krasner (1997) hace con el de “soberanía”, descubrimos que su uso tradicional está en sí mismo preso en una confusión irremediable. Y cuando acuñamos nuevos términos, tales como “globalización”, para capturar la novedad de las condiciones emergentes, agravamos la confusión con un vertido negligente de vino viejo en nuevas botellas. El propósito de este trabajo es mostrar que, a fin de aislar lo que es verdaderamente nuevo y anómalo en las transformaciones en marcha del capitalismo mundial y en la soberanía estatal, debemos previamente reconocer qué aspectos clave de estas transformaciones no son totalmente nuevos o lo son en cierto grado pero no en su naturaleza.

Comenzaré por argumentar que mucho de lo que se conoce con la denominación de “globalización” ha sido de hecho una tendencia recurrente del capitalismo mundial desde el inicio de los tiempos modernos. Esta recurrencia hace que la dinámica y el (los) resultado(s) probable(s) de las transformaciones actuales sean más predecibles de lo que serían si la globalización fuera un fenómeno nuevo, como piensan muchos observadores. Por tanto, yo desplazaré mi atención al modelo evolutivo que ha permitido al capitalismo mundial y al sistema subyacente de estados soberanos llegar a ser, como señala Immanuel Wallerstein (1997), “el primer sistema histórico en incluir el globo entero dentro de su geografía”. Mi pretensión será destacar que la auténtica novedad de la ola actual de globalización es que este modelo evolutivo se encuentra ahora en un “impasse”. Concluiré especulando sobre las salidas posibles de este “impasse” y sobre los tipos de nuevo orden mundial que pueden surgir como resultado de los recientes procesos de acumulación de capital a escala mundial en el Este de Asia.

I Como han señalado los críticos del concepto de globalización, muchas de las tendencias que abarca ese nombre no son nuevas del todo. La novedad de la llamada “revolución de la información” es impresionante, “pero la novedad del ferrocarril y el telégrafo, el automóvil, la radio, y el teléfono impresionaron igualmente en su día” (Harvey, 1995: 9). Incluso la llamada “virtualización de la actividad económica” no es tan nueva como puede parecer a primera vista.

Los cables submarinos del telégrafo desde la década de 1860 en adelante conectaron los mercados intercontinentales. Hicieron posible el comercio cotidiano y la formación de precios a través de miles de millas, una innovación mucho mayor que el advenimiento actual del comercio electrónico. Chicago y Londres, Melbourne y Manchester fueron conectados en tiempo real. Los mercados de obligaciones también llegaron a estar estrechamente interconectados, y los préstamos internacionales a gran escala tanto inversiones de cartera como directas- crecieron rápidamente durante este período (Hirst, 1996: 3).

En efecto, la inversión directa extranjera creció tan rápidamente que en 1913 supuso por encima del 9% del producto mundial -una proporción que todavía no había sido superada al comienzo de la década de 1990 (Bairoch y Kozul-Wright, 1996: 10). Similarmente, la apertura al comercio exterior -medido por el conjunto de importaciones y exportaciones en proporción del PIB- no era notablemente mayor en 1993 que en 1913 para los grandes países capitalistas, exceptuando a los Estados Unidos (Hirst 1996: 3-4).

Seguramente, como resaltan desde perspectivas diferentes las aportaciones de Eric Helleiner (1997) y Saskia Sassen (1997), la más espectacular expansión de las últimas dos décadas, y la mayor evidencia en el arsenal de los defensores de la tesis de globalización, no ha estado en la inversión directa extranjera o en el comercio mundial sino en los mercados financieros mundiales. Señala Saskia Sassen que “desde 1980 el valor total de los activos financieros ha aumentado dos veces y media más rápido que el PIB agregado de todas las economías industriales ricas. Y el volumen de negocio en divisas, obligaciones y participaciones de capital ha aumentado cinco veces más rápido”. El primero en “globalizarse”, y actualmente “el mayor y en muchos sentidos el único auténtico mercado global” es el mercado de divisas. Las transacciones por cambio de divisas fueron diez veces mayores que el comercio mundial en 1983; sólo diez años después, en 1992, esas transacciones eran sesenta veces mayores” (1996: 40). En ausencia de este explosivo crecimiento de los mercados financieros mundiales, probablemente no hablaríamos de globalización, y seguramente no lo haríamos hablando de un nuevo rumbo del proceso en marcha de reconstrucción del mercado mundial producido bajo la hegemonía de Estados Unidos como resultado de la Segunda Guerra Mundial. Después que todo:

Bretton Woods era un sistema global, así que lo que realmente ha ocurrido ha sido un cambio desde un sistema global (jerárquicamente organizado y en su mayor parte controlado políticamente por los Estados Unidos) a otro sistema global más descentralizado y coordinado mediante el mercado, haciendo que las condiciones financieras del capitalismo sean mucho más volátiles e inestables. La retórica que acompañó a este cambio se implicó profundamente en la promoción del término” globalización” como una virtud. En mis momentos más cínicos me encuentro a mí mismo pensando que fue la prensa financiera la que nos llevó a todos (me incluyo) a creer en la “globalización” como en algo nuevo, cuando no era más que un truco promocional para hacer mejor un ajuste necesario en el sistema financiero internacional (Harvey, 1995: 8).

Truco o no, la idea de globalización estuvo desde el comienzo entretejida con la idea de intensa competencia interestatal por la creciente volatilidad del capital y por la consiguiente subordinación más estricta de la mayoría de los estados a las dictados de las agencias capitalistas. No obstante, es precisamente en este aspecto donde las tendencias actuales recuerdan más la belle époque del capitalismo mundial, entre finales del siglo diecinueve y comienzos del siglo veinte. Como reconoce la misma Sassen:

En muchos aspectos el mercado financiero internacional desde finales del siglo XIX hasta la primera guerra mundial fue tan masivo como el de hoy...El alcance de la internacionalización puede observarse en el hecho de que en 1920, por ejemplo, Moody calificaba obligaciones emitidas por alrededor de cincuenta gobiernos para obtener fondos en los mercados de capitales de EEUU. La Depresión supuso un radical declive de esta internacionalización, hasta el punto de que sólo muy recientemente Moody ha vuelto a calificar de nuevo las obligaciones de tantos gobiernos (1996: 42-3).

En suma, los defensores cuidadosos de la tesis de la globalización coinciden con sus críticos en no considerar las transformaciones actuales como una novedad, a excepción de su escala, alcance y complejidad. Sin embargo, como he argumentado y documentado en otra parte (Arrighi, 1994), las especificidades de las transformaciones actuales sólo pueden apreciarse completamente mediante un alargamiento del horizonte de tiempo de nuestras investigaciones para comprender la vida entera del capitalismo mundial. En esta perspectiva más larga, la “financierización”, el aumento de la competencia interestatal por la movilidad del capital, el rápido cambio tecnológico y organizacional, las crisis estatales y la inusitada inestabilidad de las condiciones económicas en que operan los estados nacionales -tomados de forma individual o conjuntamente como componentes de una particular configuración temporal, todos estos son aspectos recurrentes de lo que he llamado “ciclos sistémicos de acumulación”.

En cada uno de los cuatro ciclos sistémicos de acumulación que podemos identificar en la historia del capitalismo mundial desde sus más tempranos comienzos en la Europa medieval tardía hasta el presente, los períodos caracterizados por una expansión rápida y estable de la producción y el comercio mundial invariablemente terminan en una crisis de sobreacumulación que hace entrar en un período de mayor competencia, expansión financiera, y el consiguiente fin de las estructuras orgánicas sobre las que se había basado la anterior expansión del comercio y la producción. Tomando prestada una expresión de Fernand Braudel (1984: 246) -el inspirador de la idea de los ciclos sistémicos de acumulación- estos períodos de competición intensificada, expansión financiera e inestabilidad estructural no son sino “el otoño” que sigue a un importante desarrollo capitalista. Es el tiempo en el que el líder de la expansión anterior del comercio mundial cosecha los frutos de su liderazgo en virtud de su posición de mando sobre los procesos de acumulación de capital a escala mundial. Pero es también el tiempo en el que el mismo líder es desplazado gradualmente de las alturas del mando del capitalismo mundial por un emergente nuevo liderazgo. Esta ha sido la experiencia de Gran Bretaña entre el final del siglo diecinueve y el comienzo del veinte; de Holanda en el siglo dieciocho, y de la diáspora capitalista genovesa en la segunda mitad del siglo dieciséis. ¿Puede ser también la experiencia de los Estados Unidos hoy?

Hasta el momento, la tendencia más destacada para Estados Unidos sigue siendo cosechar los frutos de su liderazgo del capitalismo mundial en la era de la Guerra Fría. Desde luego, diversos aspectos del aparente triunfo global del americanismo que resultó de la desaparición de la URSS, más que ser señales de la globalización, tienen entidad propia . Las señales más ampliamente reconocidas son la hegemonía global de cultura popular de los Estados Unidos y la importancia creciente de las agencias mundiales de gobierno influidas, desproporcionadamente, por los Estados Unidos y sus aliados más cercanos, tales como el Consejo de Seguridad de la ONU, la OTAN, el Grupo de los Siete (G-7), el FMI, el BIRF y la OMC. Menos ampliamente reconocido pero también importante es la ascendencia de un nuevo régimen legal en transacciones comerciales internacionales dominado por las firmas legales americanas y las concepciones angloamericanas de las normas mercantiles (Sassen, 1996: 12-21).

No debe minimizarse la importancia de estas señales de una americanización adicional del mundo. Pero no deben tampoco exagerarse, particularmente en lo que se refiere a la capacidad de los intereses norteamericanos para continuar configurando y manipulando en beneficio propio las estructuras orgánicas del sistema capitalista mundial. Lo más probable es que la victoria de los Estados Unidos en lo que Fred Halliday (1983) ha llamado la Segunda Guerra Fría y la americanización adicional del mundo aparecerán de forma retrospectiva como los momentos de cierre de la hegemonía mundial de Estados Unidos, así como la victoria de Gran Bretaña en la Primera Guerra Mundial y la expansión adicional de su imperio en el extranjero fueron los preludios de la desaparición final de la hegemonía mundial británica en las décadas de 1930 y 1940. Como veremos en la sección III, hay buenas razones para esperar que la desaparición de la hegemonía de EEUU siga una trayectoria diferente a la desaparición de la hegemonía británica. Pero hay igualmente buenas razones para esperar que el presente liderazgo de EEUU de la fase de expansión financiera sea un fenómeno temporal, como la análoga fase de liderazgo británico de hace un siglo.

La razón más importante es que la presente belle époque del capitalismo financiero, no menos que todos su precedentes históricos -desde la Florencia del Renacimiento a la era eduardiana de Gran Bretaña, pasando por la época de los genoveses y el período de “las pelucas” de la historia holandesa- se basa en un sistema de profundas y masivas redistribuciones de renta y riqueza desde toda clase de comunidades hacia las agencias capitalistas. En el pasado, redistribuciones de este tipo engendraron una considerable turbulencia política, económica y social. Por lo menos inicialmente, los centros organizadores de la expansión anterior de la producción y comercio mundial estaban mejor situadas para dominar y, desde luego, para beneficiarse de la turbulencia. Con el paso del tiempo, sin embargo, la turbulencia socavó el poder de los viejos centros organizadores, y preparó su desalojo por nuevos centros organizadores, capaces de promover y mantener una nueva expansión importante de la producción y el comercio mundial (Arrighi, 1994).

Resulta incierto, como veremos, si alguno de tales nuevos centros organizadores están emergiendo hoy bajo el brillo de la expansión financiera conducida por EEUU. Pero los efectos de la turbulencia engendrada por la expansión financiera actual han comenzado a preocupar incluso a los promotores e impulsores de la globalización económica. David Harvey (1995: 8, 12) señala varias de esas preocupaciones, indicando que la globalización se está convirtiendo en “un tren sin frenos causando estragos”, preocupado ante la “creciente reacción” contra los efectos de tal fuerza destructiva, sobre todo por “el ascenso de un nuevo tipo de políticos populistas” fomentado por la “sensación...de impotencia e inquietud” que se está fortaleciendo incluso en los países ricos. Más recientemente, el financiero cosmopolita de origen húngaro George Soros se ha unido al coro para señalar que la generalización global del capitalismo del “laissez-faire” ha sustituido al comunismo como la principal amenaza a una sociedad abierta y democrática.

Pese a haber amasado una gran fortuna en los mercados financieros, temo ahora que la irrefrenable intensificación del capitalismo de “laissez-faire” y la extensión de los valores de mercado a todas las esferas de la vida están poniendo en peligro nuestra sociedad abierta y democrática. El principal enemigo de la sociedad abierta ya no es, en mi opinión, la amenaza comunista sino el capitalismo.... El exceso de competencia y la escasa cooperación pueden ocasionar desigualdades insoportables e inestabilidad.... La doctrina del capitalismo de “laissez-faire” sostiene que la mejor manera de obtener el bien común es con la búsqueda sin trabas del propio interés. A menos que el propio interés sea moderado por el reconocimiento de un interés común, que debe prevalecer sobre intereses particulares, nuestro actual sistema...puede venirse abajo (Soros 1997: 45, 48).

Informando de la proliferación de escritos en la línea del de Soros, Thomas Friedman -un temprano impulsor de la idea de las virtudes de la globalización, y quien luego inventó la metáfora del “tren sin frenos”- reitera la visión de que “la integración del comercio, las finanzas y la información, que están creando una cultura y un mercado global únicos” es inevitable e imparable. Pero mientras la globalización no puede ser parada -se apresura a añadir “hay dos cosas que pueden hacerse”, presumiblemente por su propio bien: “podemos ir más rápido o más lento... Y podemos hacer más o menos para amortiguar [sus] efectos negativos” (1997: I, 15).

Hay mucho déjà vu en estos diagnósticos de la autodestructividad de los procesos no regulados de formación del mercado mundial y en los pronósticos conectados de lo que debería hacerse para remediar tal capacidad de autodestrucción. El mismo Soros compara la época actual de capitalismo triunfante de “laissez-faire” con la época similar de hace un siglo. En su visión esa época anterior fue, en cualquier caso, más estable que la presente, a causa del dominio del patrón-oro y de la presencia de un poder imperial, Gran Bretaña, dispuesto a despachar cañoneras a cualquier lugar remoto para mantener el sistema. Y aun así, el sistema se vino abajo ante el impacto de las dos guerras mundiales y el ascenso de intervencionistas “ideologías totalitarias”. Hoy, en contraste, los Estados Unidos están poco dispuestos a ser el gendarme del mundo, “y las principales monedas flotan y chocan unas contra otras como placas continentales” haciendo que la ruptura del régimen actual sea mucho más probable “a menos que aprendamos de la experiencia” (1997: 48).

Nuestra sociedad abierta y global carece de las instituciones y mecanismos necesarios para su preservación, y no hay voluntad política para crearlos. Yo culpo a la actitud predominante, la cual sostiene que la búsqueda sin obstáculos del propio interés traerá finalmente un equilibrio internacional...Tal y como están las cosas, no hace falta mucha imaginación para darse cuenta de que la sociedad abierta y global que predomina en la actualidad es probablemente un fenómeno temporal (Soros, 1997: 53-4).

Soros no hace ninguna referencia al relato, ahora clásico, del ascenso y desaparición del capitalismo decimonónico de “laissez faire”, realizado por su compatriota Karl Polanyi. No obstante, cualquier persona familiarizada con ese relato no puede dejar de resultar impactada por su anticipación de los argumentos actuales sobre las contradicciones de la globalización (sobre la permanente trascendencia del análisis de Polanyi para una comprensión de la ola actual de globalización véase, entre otros, Mittelman, 1996). Como Friedman, Polanyi vio en una ralentización del ritmo de cambio la mejor manera de preservar el cambio, yendo en una dirección determinada sin provocar conflictos sociales que acabarían en caos más que en cambio. También resaltó que únicamente un colchón protector de los efectos disociadores de las normas del mercado puede prevenir una revuelta social de autodefensa frente al sistema de mercado (1957: 3-4, 36-8, 140 -50). Y como Soros, Polanyi descartó la idea de un mercado (global) autorregulable como “una pura utopía”. Argumentó que ninguna institución de tal carácter puede existir de forma duradera “sin aniquilar la sustancia humana y la naturaleza de la sociedad (del mundo)”. En su visión, la única alternativa al desmoronamiento del sistema mundial de mercado en el periodo de entreguerras “era el establecimiento de un orden internacional dotado con un poder organizado capaz de trascender la soberanía nacional” -una dirección, sin embargo, que “estaba completamente fuera de los horizontes de aquel tiempo” (1957: 3-4, 20-22).

Ni Soros ni Polanyi proporcionan una explicación de por qué el poder mundial todavía dominante en sus respectivas épocas -los Estados Unidos hoy, Gran Bretaña en el final del siglo diecinueve y comienzo del veinte- se empecinó obstinadamente y propagó la creencia en un mercado global autorregulable, a pesar de la evidencia acumulada de que los mercados no regulados (los mercados financieros no regulados en particular) no producen equilibrio sino desorden e inestabilidad. De forma subyacente a tal obstinación podemos, sin embargo, detectar la difícil situación de un agente cuya hegemonía declina y que ha llegado a ser completamente dependiente, para poder beneficiarse suficientemente de ese poder. Se trata de que el agente hegemónico no puede asegurar ya más el desarrollo ordenado del proceso de amplia y profunda integración del comercio mundial y financiero que, cuando estaba en la cumbre de su poder, promovió y organizó. Es como si el poder hegemónico declinante no pudiera saltar fuera del “tren sin frenos” de la especulación financiera desrregulada, ni desviar el tren hacia una vía menos auto-destructiva.

Históricamente, la reconducción del capitalismo mundial hacia una vía más creativa que destructiva ha tenido como premisa la emergencia de nuevos “vehículos tendedores de vías”, tomando prestada una expresión de Michael Mann (1986: 28). Es decir, la expansión del capitalismo mundial a sus dimensiones globales actuales no ha discurrido a lo largo de una vía única colocada de una vez por todas hace quinientos años. Más bien, ha discurrido mediante varios cambios de tendido de nuevas vías que no existieron hasta que unos específicos complejos de agentes gubernamentales y comerciales desarrollan la voluntad y la capacidad para conducir el sistema entero en la dirección de una cooperación más extensa o más profunda. La hegemonía mundial de las Provincias Unidas en el siglo diecisiete, del Reino Unido en el siglo diecinueve, y de los Estados Unidos en el siglo veinte, han sido “vehículos tendedores de vías” de este tipo (cf. Taylor, 1994: 27). Al conducir el sistema en una nueva dirección, ellos también lo transformaron. Y son estas transformaciones consecutivas las que debemos observar para poder identificar las auténticas novedades de la ola actual de expansión financiera.

II La formación de un sistema capitalista mundial, y su transformación subsiguiente de ser un mundo entre muchos mundos hasta llegar a ser el sistema socio-histórico del mundo entero, se ha basado en la construcción de organizaciones territoriales capaces de regular la vida social y económica y de monopolizar los medios de coacción y violencia. Estas organizaciones territoriales son los estados, cuya soberanía se ha dicho que va a ser socavada por la ola actual de expansión financiera. En realidad, la mayoría de los miembros del sistema interestatal nunca tuvieron las facultades que se está diciendo que los estados van a perder bajo el impacto de la ola actual de expansión financiera; e incluso los estados que tuvieron esos poderes durante un tiempo no los tuvieron en otro.

En cualquier caso, las olas de expansión financiera nacen de una doble tendencia. Por un lado, las organizaciones capitalistas responden a la sobreacumulación de capital que limita lo que puede reinvertirse lucrativamente en los canales establecidos de comercio y producción, sosteniendo en forma líquida una proporción creciente de sus rentas corrientes. Esta tendencia crea lo que podemos llamar las “condiciones de oferta” de las expansiones financieras -una superabundante masa de liquidez que puede movilizarse directamente o por medio de intermediarios hacia la especulación, prestando y generando endeudamiento. Por otra parte, las organizaciones territoriales responden a las mayores limitaciones presupuestarias que resultan del lento descenso en la expansión de comercio y producción mediante una intensa competencia entre ellas para captar el capital que se acumula en los mercados financieros. Esta tendencia crea lo que podemos llamar las “condiciones de demanda” de las expansiones financieras. Todas las expansiones financieras, pasadas y presentes, son el resultado del desarrollo desigual y combinado de estas dos tendencias complementarias (Arrighi, 1997).

Todos estamos muy impresionados, y debemos estarlo, por el crecimiento astronómico de capital que busca su valorización en los mercados financieros mundiales y por la intensa competencia entre unos estados y otros en su intento de obtener, para sus propias necesidades, una fracción de ese capital. Sin embargo, deberíamos ser conscientes del hecho de que en las raíces de este crecimiento astronómico se encuentra una escasez básica de salidas lucrativas para la masa creciente de ganancias que se acumula en las manos de las agencias capitalistas. Esta escasez básica hace que la búsqueda de ganancias por esas agencias capitalistas sea dependiente de la ayuda de los estados, así como los estados son dependientes, en la búsqueda de sus propios objetivos, de las agencias capitalistas. No deberíamos sorprendernos, por lo tanto, si algunos estados son reforzados más que debilitados por la expansión financiera. Como Eric Helleiner (1997) señala, los estados del este de Asia han permanecido inmunes al tipo de presiones que han conducido a otros estados, en otras zonas, a “desregular” sus sistemas financieros domésticos para atraer capital. Y Richard Stubbs (1997) muestra que, como resultado del Acuerdo Plaza del G-7 de 1985, los estados del ASEAN han sido literalmente inundados por capitales que buscaban inversiones dentro de sus dominios -un desarrollo que ha mejorado más que empeorado su libertad de acción en relación con las fuerzas externas, tanto económicas como políticas. La lucha de los estados africanos, latinoamericanos, de Europa Oriental, de Europa Occidental, norteamericanos y australasianos por el capital móvil, han sido así acompañados por una lucha del capital móvil por subirse al carro de la expansión económica del este y sudeste asiático.

En la sección final de este artículo discutiremos el significado de esa excepción que suponen el este y sudeste asiático. Por ahora permítasenos simplemente resaltar que las expansiones financieras del pasado, no menos que la del presente, han sido todas momentos de pérdida de poder de algunos estados -incluyendo, incluso, los estados que habían sido los “vehículos tendedores de vías” del capitalismo mundial en las épocas que estaban acabando- y el fortalecimiento simultáneo de otros estados, incluyendo los que, en su momento oportuno, llegaron a ser los nuevos “vehículos tendedores de vías” del capitalismo mundial. Aquí aparece el principal significado de los ciclos sistémicos de acumulación. Estos ciclos no son simples ciclos. Son también etapas en la formación y expansión gradual del sistema mundial capitalista hasta sus dimensiones globales actuales.

Este proceso de globalización ha surgido mediante la aparición, en cada etapa, de centros organizadores de mayor escala, alcance y complejidad que los centros organizadores de la etapa anterior. En esta secuencia, las ciudades-estado como Venecia y la diáspora genovesa de negocios trasnacionales fueron reemplazadas en la alta dirección del sistema mundial capitalista por un proto-estado nacional como Holanda y sus compañías de navegación, que fue reemplazado a su vez por el estado-nación británico, un imperio formal que comprendía las redes mundiales informales de negocios que, por su parte, fue reemplazado por los Estados Unidos, una potencia de dimensión continental, con su panoplia de corporaciones trasnacionales y sus extendidas y lejanas redes de bases militares casi permanentes en el extranjero. Cada sustitución fue marcada por una crisis de las organizaciones territoriales y no territoriales que habían dirigido la expansión en la etapa anterior. Pero fue marcada también por la emergencia de nuevas organizaciones con mayores capacidades que las organizaciones desplazadas para liderar el capitalismo mundial hacia una nueva expansión (Arrighi, 1994: 13-16, 74-84, 235-8, 330-1).

Por tanto, ha habido una crisis de los estados en cada expansión financiera. Como Robert Wade (1996) ha anotado, mucho de lo que se ha hablado recientemente de globalización y de la crisis del “estado-nación” simplemente es el reciclaje de argumentos que estuvieron de moda hace cien años (véase también Lie 1996: 587). Cada nueva crisis sucesiva, sin embargo, afecta a un tipo diferente de estado. Hace cien años la crisis de los “estados-nación” afectaba a los estados del viejo núcleo europeo en relación a los estados de dimensión continental que se estaban formando sobre el perímetro exterior del sistema eurocéntrico, en particular los Estados Unidos. El irresistible crecimiento del poder y la riqueza de los Estados Unidos, y del poder de la URSS (aunque, en este caso, no de su riqueza) en el curso de las dos guerras mundiales y sus secuelas posteriores, confirmó la validez de las expectativas ampliamente sostenidas de que los estados del viejo núcleo europeo estaban obligados a vivir en la sombra de los dos gigantes que les flanqueaban, a menos que ellos pudieran por sí mismos lograr una dimensión continental. La crisis actual de los “estados-nación”, en contraste, afecta a esos mismos gigantescos estados.

El súbito desplome de la URSS ha clarificado y, a la vez, oscurecido esta nueva dimensión de la crisis. Ha clarificado la nueva dimensión al mostrar cuan vulnerable había llegado a ser la potencia más extensa y más autosuficiente, y el segundo mayor poder militar del mundo, a las fuerzas de la integración económica global. Pero ha oscurecido la verdadera naturaleza de la crisis al provocar una amnesia general sobre el hecho de que la crisis del poder mundial de EEUU precedió al derrumbe de la URSS y ,con altibajos, ha continuado tras el final de la Guerra Fría. A fin de identificar la verdadera naturaleza de la crisis de los estados gigantes que han dominado en la era de Guerra Fría debemos distinguir esa crisis respecto del recorte a largo plazo de la soberanía nacional que la globalización del sistema de estados soberanos ha supuesto para todos, salvo para sus miembros más poderosos.

El principio de que los estados independientes, cada uno de los cuales reconoce la autonomía jurídica y la integridad territorial de los otros, deberían coexistir en un sistema político único se estableció por primera vez bajo la hegemonía holandesa con los Tratados de Westfalia. El proceso de globalización de la organización territorial del mundo de acuerdo a este principio, como señala Harvey (1995: 7), necesito varios siglos y una buena dosis de violencia para completarse. Más importante es que, como frecuentemente sucede con los programas políticos, la soberanía westfaliana llegó a ser universal mediante interminables violaciones de sus prescripciones formales y una gran metamorfosis de su significado sustantivo.

Estas violaciones y metamorfosis hacen evidentemente plausible la pretensión de Krasner de que, empíricamente, la soberanía westfaliana es un mito (1997). Sin embargo, a esto deberíamos agregar que no ha sido más mito que las ideas del imperio de la ley, del contrato social, de la democracia, sea liberal, social o cualquier otra cosa, y que, como todos estos otros mitos, ha sido un ingrediente clave en la formación y consiguiente globalización del moderno sistema de poder. La pregunta realmente más interesante, por lo tanto, no es si el principio westfaliano de soberanía nacional ha sido violado ni cómo lo ha sido. Más bien se trataría de si el principio ha orientado y limitado la acción estatal y cómo, con el paso del tiempo, el resultado de esta acción ha transformado el significado sustantivo de la soberanía nacional.

Cuando el principio de soberanía estatal fue establecido por primera vez, bajo la hegemonía holandesa, se utilizó para regular las relaciones entre los estados de Europa Occidental. Ese principio sustituyó la idea de una autoridad y una organización imperial-eclesiástica, que opera por encima de los estados objetivamente soberanos, por la idea de estados jurídicamente soberanos que confían en la ley internacional y en el equilibrio de poder para regular sus mutuas relaciones -en palabras de Leo Gross, “una ley que opera más bien entre los estados que por

encima de ellos y un poder que opera más bien entre los estados que por encima de ellos” (1968: 54-5). La idea se aplicó únicamente a Europa, que de esa manera se convirtió en una zona de “amistad” y comportamiento “civilizado” incluso en épocas de guerra. En contraste, el resto del mundo, más allá de Europa, se convirtió en una zona residual de comportamientos distintos, en la que no se aplicaban las normas de la civilización y donde los rivales podrían ser simplemente aniquilados (Taylor, 1991: 21-2).

Durante alrededor de 150 años después de la Paz de Westfalia el sistema funcionó muy bien, tanto asegurando que ningún estado singular llegara a ser tan fuerte como para dominar a todos los demás, como permitiendo a los grupos dominantes de cada estado consolidar su soberanía doméstica. En todo caso, el equilibrio de fuerzas se reprodujo mediante unas interminables series de guerras, crecientemente intensivas en capital, y mediante una extensión y profundización de la expansión europea en el mundo no europeo. A lo largo del tiempo, estas dos tendencias alteraron el equilibrio de poder tanto entre los estados como entre los grupos dominantes respectivos, provocando finalmente una quiebra del sistema de Westfalia como resultado de la Revolución francesa y las guerras napoleónicas (Arrighi, 1994: 48-52).

Cuando los principios de Westfalia se reafirmaron bajo la hegemonía británica, en las condiciones que resultaron de las guerras napoleónicas, su alcance geopolítico se extendió para incluir los estados coloniales de Norteamérica y Sudamérica que habían conseguido la independencia en la víspera o como resultado de las guerras francesas. Pero así como el alcance geopolítico de los principios de Westfalia se expandieron, su significado sustantivo cambió de manera radical, fundamentalmente porque el equilibrio de poder empezó a operar más por encima de los estados que entre ellos. Seguramente, el equilibrio continuó siendo operativo entre los estados continentales de Europa, donde durante la mayor parte del siglo diecinueve, el Concierto europeo de naciones y el cambiante sistema de alianzas entre los poderes continentales aseguró que ninguno de ellos llegara a ser tan fuerte como para dominar a todos los otros. Globalmente, sin embargo, el acceso privilegiado a los recursos extra-europeos permitió a Gran Bretaña actuar más bien como un gobernador que como una pieza de los mecanismos del equilibrio de poder. Además, los masivos ingresos tributarios procedentes de su imperio en la India permitieron a Gran Bretaña adoptar unilateralmente una política de libre comercio que, en grados variables, “enjaulara” a todos los otros miembros del sistema interestatal en una englobante división del trabajo mundial centrada en Gran Bretaña. Temporal e informalmente, pero sin duda efectivamente, el sistema de estados jurídicamente soberanos del siglo diecinueve era regido objetivamente por Gran Bretaña con la fuerza de sus englobantes redes mundiales de poder (Arrighi, 1994: 52 -5).

Mientras el equilibrio de poder durante los 150 años que siguieron a la Paz de Westfalia se reprodujo mediante una serie interminable de guerras, la dirección británica del equilibrio de poder posterior a la Paz de Viena produjo, en palabras de Polanyi, “un fenómeno sin precedentes en los anales de la civilización occidental: los cien años de paz [europea] comprendidos entre 1815 y 1914” (1957: 5). Esta paz, sin embargo, lejos de contener, dio un nuevo gran impulso a la carrera interestatal de armamentos y a la extensión y profundización de la expansión europea en el mundo no-europeo. Desde la década de 1840 en adelante, ambas tendencias se aceleraron rápidamente en un ciclo de autorrefuerzo por medio del cual los adelantos tecnológicos y en la organización militar se mantenían, y eran mantenidos, por la expansión económica y política a expensas de los pueblos y gobiernos todavía excluidos de los beneficios de la soberanía westfaliana (McNeill, 1982: 143).

El resultado de este ciclo autorreforzado fue lo qué William McNeill llama “la industrialización de la guerra”, un consiguiente nuevo salto importante en el coste humano y financiero de hacer la guerra, la emergencia de imperialismos competidores, y el colapso final del orden mundial británico del siglo diecinueve, conjuntamente con violaciones generalizadas de los principios westfalianos. Cuando estos principios fueron de nuevo reafirmados bajo la hegemonía de EEUU, después de la Segunda Guerra Mundial, su alcance geopolítico llegó a ser universal tras la descolonización de Asia y de Africa. Pero su significado se vio recortado adicionalmente.

La misma idea de un equilibrio de poder que opera entre los estados, más que por encima de ellos, y que asegura su igual soberanía real -una idea que había llegado a ser ya una ficción durante la hegemonía británica- fue desechada incluso como ficción. Como Anthony Giddens (1987: 258) ha observado, la influencia de EEUU sobre la formación del nuevo orden global, tanto con Wilson como con Roosevelt, “representó una tentativa de incorporación global de prescripciones constitucionales de EEUU más que una continuación de la doctrina del equilibrio de poder”. En una era de industrialización de la guerra y de centralización creciente de capacidades político-militares en poder de un número pequeño y menguante de estados, esa doctrina tenía poco sentido como descripción de las relaciones reales de poder entre los miembros del sistema interestatal globalizado, y no tenía más sentido como prescripción para garantizar la soberanía de los estados. La “igualdad de soberanía” sostenida en el primer párrafo del Artículo Dos de la Carta de las Naciones Unidas para todos sus miembros era así “especificamente imaginada para ser más bien legal que real -los grandes poderes tendrían derechos especiales, así como también deberes, proporcionados a sus superiores capacidades” (Giddens 1987: 266).

La santificación de estos derechos especiales en la Carta de Naciones Unidas institucionalizó, por primera vez desde Westfalia, la idea de una autoridad y organización supraestatal que restringiera jurídicamente la soberanía de todos salvo la de los estados más poderosos. Estas restricciones jurídicas, sin embargo, son pálidas en comparación con las restricciones objetivas impuestas por los dos estados más poderosos -los Estados Unidos y la URSS- sobre sus respectivas, y mutuamente reconocidas, “esferas de influencia”. Las restricciones impuestas por la URSS confiaron fundamentalmente en las fuentes del poder político-militar y tenían alcance regional, limitadas como estaban, a sus satélites europeos orientales. Al contrario, las impuestas por los Estados Unidos eran de alcance global y confiaban en un arsenal de recursos mucho más complejo.

La lejana y extensa red de bases semipermanentes en el extranjero mantenida por los Estados Unidos en la era de la Guerra Fría, en palabras de Krasner, “no tenía precedentes históricos; ningún estado había colocado anteriormente sus propias tropas sobre el territorio soberano de otros estados en una cantidad tan amplia durante un período de paz tan largo” (1988:21). Este régimen político-militar mundializado y globalizador, centrado en los Estados Unidos, complementó y fue complementado por el sistema monetario mundial, también centrado en Estados Unidos, instituido en Bretton Woods. Estas dos redes interconectadas de poder, una militar y otra financiera, permitieron a Estados Unidos asumir su hegemonía para regir el sistema globalizado de estados soberanos con un alcance que iba totalmente más allá del horizonte, no sólo de los holandeses del siglo diecisiete, sino también del imperio británico del siglo diecinueve.

En suma, la formación de complejos gubernamentales cada vez más poderosos, y capaces de conducir al sistema moderno de estados soberanos a su dimensión global actual, ha transformado también la misma estructura del sistema por una destrucción gradual del equilibrio de poder sobre la que descansó originalmente la igualdad de soberanía de las unidades del sistema. Así como la categoría jurídica de estado llegó a ser universal, la mayoría de los estados fueron privados de iure o de facto de las prerrogativas históricamente asociadas con la soberanía nacional. Incluso estados poderosos como el Japón y la antigua Alemania Occidental han sido descritos como “semisoberanos” (Katzenstein, 1987; Cumings, 1997). Y Robert Jackson (1990: 21) ha acuñado la expresión “cuasi-estados” para referirse a las ex-colonias que han conseguido categoría jurídica de estados pero carecen de las capacidades necesarias para efectuar las funciones gubernamentales tradicionalmente asociadas con la categoría de estado independiente. Semisoberanía y cuasi-estados son el resultado de las tendencias a largo plazo del moderno sistema mundial, ambos fenómenos claramente materializados antes de la expansión financiera global de las décadas de 1970 y 1980. Lo qué sucedió en esas décadas es que la capacidad de las dos superpotencias para regir las relaciones interestatales dentro, y a través, de sus esferas respectivas de influencia disminuyó frente a las fuerzas que ellos mismos habían desencadenado pero no pudieron controlar.

La más importante de estas fuerzas tuvo su origen en las nuevas formas de integración económica mundial, crecidas bajo el carapazón del poder militar y financiero de Estados Unidos. A diferencia de la integración económica mundial del siglo diecinueve, instituida y centrada en Gran Bretaña, el sistema de integración económica global, instituido y centrado en los Estados Unidos en la era de la Guerra Fría, no descansó sobre el comercio libre unilateral del poder hegemónico ni sobre la extracción de ingresos tributarios procedentes de un imperio territorial en el extranjero. Más bien, descansó sobre un proceso de comercio bilateral y multilateral liberalizado, estrechamente controlado y administrado por los Estados Unidos, actuando de forma concertada con sus aliados políticos más importantes, y sobre la base de un trasplante global de las estructuras orgánicas de integración vertical de las corporaciones norteamericanas (Arrighi, 1994: 69-72).

La liberalización administrada del mercado y el trasplante global de las corporaciones norteamericanas sirvieron para mantener y expandir el poder mundial de Estados Unidos, y para reconstituir relaciones interestatales capaces de contener, no sólo las fuerzas de la revolución comunista, sino también las fuerzas nacionalistas que habían desgarrado y finalmente destruido el sistema británico de integración económica global del siglo diecinueve. En la obtención de estos objetivos, como Robert Gilpin (1975: 108) ha resaltado en referencia a la política de Estados Unidos en Europa, el trasplante de las corporaciones norteamericanas al extranjero tuvo prioridad sobre la liberalización del mercado. Según el punto de vista de Gilpin, la relación de estas corporaciones de EEUU con el poder mundial fue parecido a la articulación de las compañías de flete al poder británico en los siglos diecisiete y dieciocho: “la corporación multinacional estadounidense, como sus ancestros mercantiles, ha desempeñado un papel importante en el mantenimiento y expansión del poder de los Estados Unidos” (1975: 141-2).

Esto es cierto, pero sólo hasta cierto punto. El trasplante global de las corporaciones norteamericanas mantuvo y expandió el poder mundial de los Estados Unidos, estableciendo derechos sobre rentas obtenidas en paises extranjeros y el control sobre los recursos de dichos paises. En última instancia, estos derechos y controles constituyeron la única diferencia importante entre el poder mundial de los Estados Unidos y el de la URSS y, por implicación, la única razón importante por la cual la declinación del poder mundial de EEUU, a diferencia del de la URSS, ha tenido lugar gradualmente en lugar de catastróficamente (para una madrugadora afirmación de esta diferencia, véase Arrighi, 1982: 95-7).

No obstante, la relación entre la expansión trasnacional de las corporaciones estadounidense y el mantenimiento y la expansión del poder estatal norteamericano ha tenido tanto de contradictorio como de complementario. Por una parte, los derechos sobre rentas extranjeras conseguidos por las filiales de corporaciones de EEUU no se tradujeron en un aumento proporcional en los ingresos de los residentes de EEUU ni en los ingresos tributarios del gobierno de Estados Unidos. Al contrario, precisamente cuando la crisis fiscal del estado del bienestar- estado militar de Estados Unidos llegó a ser agudo debido al impacto de la Guerra de Vietnam, una proporción creciente de las rentas y de la liquidez de las corporaciones norteamericanas, en lugar de ser repatriadas, volaron hacia los mercados monetarios “off-shore”. En palabras de Eugene Birnbaum, del Chase Mannhattan Bank, el resultado fue “la acumulación de un volumen inmenso de fondos líquidos y mercados -el mundo financiero del eurodólar- al margen de la autoridad reguladora de cualquier país o agencia” (citado por Frieden, 1987: 85; con cursiva en el original).

De forma interesada la organización del mundo financiero del eurodólar -como las organizaciones de la diáspora de negocios genovesa del siglo dieciséis y como la diáspora de los negocios chinos desde tiempos premodernos hasta nuestros días- ocupa lugares pero no se define por los lugares que ocupa. El auto-llamado mercado de eurodólares -como bien lo caracterizó antes de la llegada de las autopistas de la información Roy Harrod (1969: 319)- “no tiene sedes o edificios de su propiedad... Físicamente consiste solamente en una red de teléfonos y aparatos de telex alrededor del mundo, teléfonos que pueden usarse para otros propósitos además de los negocios sobre eurodólares”. Este “espacio de flujos” no se encuentra bajo ninguna jurisdicción estatal. Y aunque Estados Unidos tenga todavía algún acceso privilegiado a sus servicios y a sus recursos, este acceso privilegiado tiene el coste de una creciente subordinación de las políticas de EEUU a los dictados de las altas finanzas no territoriales.

Igualmente importante es que la expansión trasnacional de las corporaciones estadounidenses ha provocado, a partir de cierto momento, respuestas competitivas tanto de los viejos como nuevos centros de acumulación de capital, debilitados, y finalmente en retroceso, por las exigencias norteamericanas sobre rentas y recursos extranjeros. Como Alfred Chandler (1990: 615-16) ha indicado, desde el tiempo en que Servan-Schreiber llamó a sus seguidores europeos a responder al “desafío americano” -un desafío que según el punto de vista de Servan-Schreiber no era ni financiero ni tecnológico sino “la extensión a Europa de una organización que es todavía un misterio para nosotros”-, un número creciente de empresas europeas han encontrado formas y medios efectivos de responder al desafío y de iniciar sus propios desafíos, incluso en el mercado de EEUU, a la hegemonía de las corporaciones estadounidenses. En la década de 1970, el valor acumulado de la inversión directa extranjera no estadounidense (la mayor parte procedente de Europa Occidental) creció una vez y media más rápido que el de la inversión directa extranjera de Estados Unidos. Para los años 80, se estimó que había alrededor de 10.000 corporaciones trasnacionales de todos los origenes nacionales, y al comienzo de los 90 en torno a tres veces más (Stopford y Dunning, 1983: 3; Ikeda, 1996: 48).

Este explosivo crecimiento del número de corporaciones trasnacionales, fue acompañado por una disminución drástica en la importancia de los Estados Unidos como fuente de inversión directa extranjera, y por un aumento de su importancia como receptor de la misma. En otras palabras, las formas trasnacionales de organización de los negocios iniciadas por el capital de EEUU, habían dejado rápidamente de ser un “misterio” para un creciente gran número de competidores extranjeros. Para la década de 1970, el capital de Europa Occidental había descubierto todos sus secretos y había comenzado a competir de nuevo con las corporaciones de EEUU en casa y en el extranjero. Para los años 80, llegó el turno del capital del Este de Asia para competir nuevamente con el capital estadounidense y europeo-occidental, lo cual hizo mediante la formación de un nuevo tipo de organización comercial trasnacional -una organización que se arraigó profundamente en las virtudes de la historia y de la geografía de la región, y que combinó las ventajas de la integración vertical con la flexibilidad de las redes informales de negocio (Arrighi, Ikeda e Irwan, 1993).

Lo importante no es cual es la fracción particular de capital vencedora, sino que el resultado de cada ronda de la pugna competitiva fue un aumento adicional en el volumen y densidad de la red de intercambios que conectaba pueblos y territorios, atravesando jurisdicciones políticas tanto regional como globalmente. Esta tendencia ha supuesto una contradicción fundamental para el poder global de los Estados Unidos -una contradicción que se ha agravado en lugar de mitigarse tras el colapso del poder soviético y el consiguiente final de la Guerra Fría. Por una parte, el gobierno de los Estados Unidos ha quedado apresado en su inaudita capacidad militar global que, tras el desplome de la URSS, no tiene paralelo. Estas capacidades continúan siendo necesarias, no tanto como una fuente de “protección” para los negocios estadounidenses en el extranjero, sino sobre todo como la fuente principal del liderazgo del EEUU en alta tecnología tanto en su propio país como en el extranjero. Por otra parte, la desaparición de la “amenaza” comunista ha hecho aun más difícil de lo que ya lo era para el gobierno de los Estados Unidos el movilizar los recursos humanos y financieros necesarios para que su capacidad militar esté en disposición de uso efectivo, o simplemente para mantenerla. De aquí derivan las divergentes valoraciones sobre el alcance real del poder global norteamericano en la era posterior a la guerra fría.

“Ahora es el momento de la unipolarización”, se pavonea un comentarista triunfalista. “No hay sino un poder de primera clase y no hay ninguna perspectiva en el futuro inmediato de un poder que pueda rivalizar con él”. Pero un alto funcionario de la política exterior objeta: “sencillamente, no tenemos la fuerza precisa, no tenemos la influencia, ni la inclinación para el uso de la fuerza militar. No tenemos el dinero necesario para poder realizar el tipo de presión que producirá resultados positivos dentro de poco tiempo” (Ruggie, 1994, 553).

III La auténtica peculiaridad de la fase actual de expansión financiera del capitalismo mundial se encuentra en la dificultad de proyectar los modelos evolutivos pasados hacia el futuro. En todas las expansiones financieras pasadas, los viejos centros organizadores del poder declinante eran alcanzados por un poder ascendente, el de nuevos centros organizadores capaces de sobrepasar el poder de sus predecesores no sólo financiera sino también militarmente. Esto fue el caso de los holandeses respecto a los genoveses, de los británicos respecto a los holandeses y de los norteamericanos en relación a los británicos.

En la actual expansión financiera, en contraste, el declinante poder de los viejos centros organizadores no se ha asociado mediante una fusión en un orden superior, sino con una escisión entre poder militar y financiero. Mientras el poder militar se ha centralizado aún más en manos de los Estados Unidos y de sus más estrechos aliados occidentales, el poder financiero se ha llegado a dispersar entre un conjunto multicolor de organizaciones territoriales y no territoriales que, de facto o de iure, no pueden ni remotamente aspirar a alcanzar las capacidades militares globales de los Estados Unidos. Esta anomalía señala una ruptura fundamental con el modelo evolutivo que ha caracterizado la expansión del capitalismo mundial durante los últimos 500 años. La expansión a través de la trayectoria establecida se encuentra en un “impasse” -un “impasse” que se refleja en la generalizado sensación de que la modernidad e incluso la historia está llegando a su final, que hemos entrado en una fase de turbulencia y caos sistémico sin precedentes en la era moderna (Rosenau, 1990: 10; Wallerstein, 1995: 1, 268), o que una “niebla global” ha descendido sobre nosotros para cegarnos en nuestro camino hacia el tercer milenio (Hobsbawm 1994: 558-9). Mientras el “impasse”, la turbulencia y la niebla son totalmente verdaderas, una mirada más cercana a la extraordinaria expansión económica del Este de Asia (que de aquí en adelante entenderemos que incluye el sudeste asiático) puede proporcionar algunas enseñanzas sobre el auténtico nuevo tipo de orden mundial que puede emerger en los márgenes del caos sistémico que se avecina.

En un reciente análisis comparativo de tasas de crecimiento económico desde la mitad de la década de 1870, el Union Bank de Suiza no encontró “nada comparable con la experiencia de crecimiento económico de Asia [del Este de Asia] durante las tres últimas décadas”. Otras regiones crecieron tan rápidamente durante las trastornos de épocas de guerra (por ejemplo, Norteamérica durante la Segunda Guerra Mundial) o después de tales trastornos (por ejemplo, Europa Occidental después de la Segunda Guerra Mundial). Pero “las tasas de crecimiento de la renta anual por encima del ocho por ciento obtenidas por numerosas economías asiáticas [del sudeste asiático] desde el final de los años sesenta no tienen precedentes en 130 años de historia económica documentada”. Este crecimiento es aún más notable por haberse registrado a la vez que en el resto del mundo se producía un total estancamiento, o estaba cerca del estancamiento, y por haberse “propagado como una ola” desde Japón a los Cuatro Tigres (Corea del Sur, Taiwan, Singapur y Hong Kong), y de allí a Malasia y Tailandia, y después a Indonesia, China y, más recientemente, a Vietnam (Union Bank of Switzerland, 1996: 1).

Incluso más impresionantes aún han sido los avances del Este de Asia en el campo de las altas finanzas. La participación japonesa en el total de activos de los cincuenta mayores bancos del mundo según la clasificación de Fortune se incrementó desde el 18% en 1970, hasta el 27% en 1980 y el 48% en 1990 (Ikeda, 1996). Por reservas en divisas, la participación del Este de Asia en los diez mayores holdings bancarios se incrementó del 10% en 1980 al 50% en 1994 (Japan Almanac, 1993 y 1997). Resulta claro que si los Estados Unidos no tienen “el dinero necesario para poder realizar el tipo de presión que producirá resultados positivos” -como previsoramente deploraba el alto responsable de la política exterior de EEUU-, los estados del Este de Asia, o al menos algunos de ellos, tienen todo el dinero necesario para ser inmunes al tipo de presión que está llevando a los estados de todo el mundo -incluidos los Estados Unidos- a someterse a los dictados de la creciente movilidad y volatilidad del capital (véase la sección II).

Irónicamente, esta altamente significativa, aunque parcial, inversión de la suerte de los Estados Unidos por una parte, y de los estados del este asiático por otra, se originó por las mayores injerencias de Estados Unidos sobre la soberanía de los estados del este asiático desde el inicio de la Guerra Fría. La ocupación militar unilateral de Japón en 1945 y la división de la región como consecuencia de la Guerra de Corea en dos bloques antagónicos crearon, en palabras de Bruce Cumings unos proamericanos “regímenes verticales solidificados mediante tratados bilaterales de defensa (con Japón, Corea del Sur, Taiwan y Filipinas) y dirigidos por un Departamento de Estado que dominaba sobre los ministerios de asuntos exteriores de estos cuatro paises”.

Todos se convirtieron en estados semisoberanos, profundamente penetrados por las estructuras militares de EEUU (control operativo sobre las fuerzas armadas surcoreanas, la Séptima Flota patrullando por los istmos de Taiwan, dependencias de defensa para estos cuatro paises, bases militares en sus territorios) e incapaces de una política exterior independiente o de tomar iniciativas de defensa...Así, hubo menores relaciones a través del telón militar iniciado a mitad de las década de los años cincuenta, así como bajos niveles de intercambio comercial entre Japón y China, o Japón y Corea del Norte. Pero la tendencia dominante hasta la década de 1970 fue un régimen unilateral americano fuertemente predispuesto hacia formas militares de comunicación. (Cumings, 1997: 155)

Dentro de este “régimen unilateral americano” Estados Unidos se especializó en proporcionar protección y en perseguir el poder político regional y global, mientras sus estados-vasallos del este asiático se especializaban en el comercio y en la obtención de ganancias. Esta división del trabajo ha sido par-ticularmente importante en las relaciones norteamericano-japonesas configuradas a lo largo de la era de la guerra fría y hasta el presente. Como Franz Schurmann (1974: 143) escribió, cuando el espectacular ascenso económico de Japón apenas acababa de comenzar, “liberados de la carga de los gastos de defensa, los gobiernos japoneses han encauzado todos sus recursos y energías hacia un expansionismo económico que consigue atraer riqueza a Japón y extender sus negocios a los más lejanos lugares del globo”. La expansión económica de Japón, a la vez, generó un proceso de “bola de nieve” que concatenó la búsqueda de oportunidades de inversión en la región circundante, con el gradual reemplazamiento del patronato de EEUU como fuerza impulsora principal de la expansión económica del Este de Asia (Ozawa, 1993: 130-1; Arrighi, 1996: 14-16).

Con el tiempo este proceso de bola de nieve despegó, el régimen militarista de Estados Unidos en el Este Asia había comenzado a descomponerse, ya que la Guerra de Vietnam destruyó lo qué la Guerra de Corea había creado. La Guerra de Corea había instituido el régimen proamericano del Este de Asia que excluía a China continental del intercambio normal comercial y diplomático con la parte no comunista de la región, mediante el bloqueo y las amenazas de guerra respaldadas por “un archipiélago de instalaciones militares estadounidenses” (Cumings, 1997: 154-5). La derrota en la Guerra de Vietnam, por el contrario, forzó a los Estados Unidos a permitir a China continental el intercambio normal comercial y diplomático con el resto del Este de Asia, ensanchándose de esa manera el alcance de la expansión e integración económica de la región (Arrighi, 1996).

Este resultado transformó, sin eliminarla, la previa desproporción de la distribución de las fuentes de poder en la región. El ascenso de Japón a potencia industrial y financiera de importancia global transformó la previa rela-ción de vasallaje de la política y economía japonesa con los Estados Unidos en una relación de mutuo vasallaje. Japón continuó dependiendo de los Estados Unidos para la protección militar; pero la reproducción del aparato productivo y protector norteamericano vino a depender incluso más críticamente de la industria y finanzas japonesas. A la vez, la reincorporación de China continental a los mercados regio-nales y globales devolvió al juego a un estado cuyo tamaño demográfico, abundancia de recursos laborales y crecimiento potencial sobrepasaba por un amplio margen al de todos los otros estados que operan en la región, incluidos los Estados Unidos. Menos de veinte años después de la misión de Richard Nixon en Beijing, y menos de quince después del restablecimiento de rela-ciones diplomáticas entre los Estados Unidos y la República Popular China (RPC), este gigantesco “contenedor” de capacidad laboral ya parece dispuesto a llegar a ser nuevamente el poderoso atraedor de fondos que había sido antes de su incorporación subordinada en el sistema mundial eurocéntrico.

Si el atractivo principal de la RPC para el capital extranjero han sido sus reservas enormes y ultracompetitivas de trabajo, el “casamentero” que ha facilitado el encuentro del capital extranjero capital y el trabajo chino es la diáspora capitalista de los chinos en el exterior.

Atraídos por la capacidad de China como fuente de trabajo a bajo coste, y por su potencialidad creciente como un mercado que contiene la quinta parte de la población mundial, los inversores extranjeros continúan vertiendo dinero en la RPC. Alrededor del 80% de ese capital procede de los chinos del exterior, refugiados por la pobreza, el desorden y el comunismo, que de ser objeto de las más picantes ironías han pasado a ser ahora los financiadores favoritos de Beijing y modelos para la modernización. Incluso los japoneses frecuentemente confían en los chinos en el exterior para engrasar su camino hacia China. (Kraar, 1994: 40)

De hecho, la confianza de Beijing en los chinos del exterior para facilitar la reincorporación de China continental en los mercados regionales y mundiales no es la auténtica ironía de la situación. Como Alvin So y Stephen Chiu (1995: cap. 11) han mostrado, la estrecha alianza política que se estableció en la década de 1980 entre el Partido Comunista Chino y los capitalistas chinos del exterior tenía un perfecto sentido desde el punto de vista de sus respectivos objetivos. La alianza facilitó a los chinos del exterior oportunidades extraordinarias de beneficiarse de la intermediación comercial y financiera, mientras facilitó al Partido Comunista Chino unos medios altamente efectivos para matar dos pájaros de un tiro: para mejorar la economía doméstica de China continental y, a la vez, para promover la unificación nacional de acuerdo con el modelo “una nación, dos sistemas”.

La auténtica ironía de la situación es que uno de los legados más sobresalientes de siglo diecinueve, las invasiones occidentales sobre la soberanía china, emerge ahora como un instrumento poderoso de la emancipación china y del este asiático respecto del dominio occidental. La diáspora china fue durante largo tiempo un componente integral del tributo indígena del Este de Asia al sistema comercial dominado por la China imperial. Pero las mayores oportunidades para su expansión vinieron con la incorporación subordinada de ese sistema dentro de las estructuras del sistema mundial eurocéntrico como resultado de las Guerras del Opio. Bajo el régimen americano de la Guerra Fría, el papel tradicional de la diáspora como intermediario comer-cial entre la China continental y las regiones marítimas de circunvalación fue ahogado, tanto por el embargo norteamericano sobre el comercio con la RPC, así como por las restricciones de la RPC sobre el comercio interior y exterior. No obstante, la expansión de las redes estadounidenses de poder y de las redes japonesas de negocio en las regiones marítimas del Este de Asia, proveyeron a la diáspora de una gran abundancia de oportunidades de ejercer nuevas formas de intermediación comercial entre estas redes y las redes locales que controla. Y como las restricciones sobre el comercio con China, y en el interior de la RPC, se relajaron, la diáspora rápidamente surgió como la única y más poderosa agencia de la reunificación económica de la economía regional del este asiático (Hui, 1995).

Es demasiado pronto para decir qué tipo de formación económico-política surgirá finalmente de esta reunificación y hasta donde puede llegar la rápida expansión económica de la región del este asiático. Por lo que sabemos, el ascenso actual del Este de Asia hasta llegar a ser el mayor centro dinámico de los procesos de acumulación capital a escala mundial, puede muy bien ser el preámbulo a un “recentramiento” de las economías regionales y mundiales sobre China, como estuvieron en tiempos premodernos. Pero sin saber lo que realmente sucederá o no, los aspectos principales del continuo renacimiento económico del este asiático son suficientemente claros como para proporcionarnos algunas señales de su probable futura trayectoria y de sus implicaciones para la economía global en su conjunto.

En primer lugar, el renacimiento es tanto el producto de las contradicciones de la hegemonía mundial norteamericana como de la herencia geohistórica del Este de Asia. Las contradicciones de la hegemonía mundial norteamericana conciernen primariamente a la dependencia del poder y la riqueza estadounidense respecto a una forma de desarrollo caracterizada por los altos costes de reproducción y de protección -esto es, sobre la formación de un mundo que comprende, por un lado, un aparato militar intensivo en capital y, por otra parte, la difusión de despilfarradores e insostenibles modelos de consumo masivo. En ninguna parte han sido estas contradicciones más evidentes que en el Este de Asia. Las guerras de Corea y de Vietnam no solo revelaran los límites del poder real poseído por el estado de bienestar-estado militar norteamericano. Igualmente importante es que, cuando esos límites se estrecharon y se aflojaron, en dicha evolución los altos costes de reproducción y de protección comenzaron a producir resultados decrecientes y a desestabilizar el poder mundial estadounidense. Mientras tanto, la herencia geo-histórica del este asiático, sus bajos costes comparativos de protección y de reproducción, dieron a los gobiernos de la región y a sus agencias de negocios una ventaja competitiva decisiva en una economía global más estrechamente integrada que antes. No se sabe si esta herencia se conservará. Pero por ahora la expansión asiática oriental ha sido el “vehículo tendedor de vías” para una trayectoria de desarrollo mucho más económica y sostenible que la trayectoria estadounidense.

En segundo lugar, el renacimiento se ha asociado con una diferenciación estructural del poder en la región que ha dejado a los Estados Unidos el control de la mayoría de los revólveres, a Japón y a la China exterior el control de la mayoría del dinero, y a la RPC el control de la mayoría del trabajo. Esta diferenciación estructural -que no tener precedentes en las anteriores transiciones de hegemonía- hace sumamente inverosímil que ningún estado de los que operan en la región, los Estados Unidos incluidos, adquiera por si solo las capacidades necesarias para llegar a ser hegemónico regional y globalmente. Sólo una pluralidad de estados, actuando concertadamente entre sí, tiene alguna oportunidad de generar un nuevo orden mundial basado en el Este de Asia. Esta pluralidad pudiera incluir a los Estados Unidos y, en todo caso, las políticas estadounidenses hacia la región permanecerán como un factor importante, entre otros, en la determinación de si surgirá realmente, y cuándo y cómo, tal nuevo orden mundial basado en el Este de Asia.

En tercer lugar, el proceso de integración y expansión económica de la región del este asiático es un proceso estructuralmente abierto al resto de la economía global. En parte, esta apertura es una herencia de la naturaleza intersticial de un proceso que se desarrolla en relación con las redes de poder de los Estados Unidos. En parte, se debe al importante papel jugado por las redes informales de negocios con ramificaciones a lo largo de la economía global en la promoción de la integración de la región. Y en parte, se debe a la dependencia continua del Este de Asia de otras regiones de la economía global para obtener materias primas, alta tecnología y productos culturales. Los fuertes conexiones delanteras y traseras que conectan la economía regional asiática oriental al resto del mundo es un buen augurio para el futuro de la economía global, siempre que la expansión económica de Este de Asia no sea llevada a un fin prematuro por los conflictos internos, la mala administración, o la resistencia estadounidense a la pérdida de poder y prestigio, aunque no necesariamente de riqueza y bienestar, que acarrearía el recentramiento de la economía global sobre el Este de Asia.

Finalmente, el ensamblaje de la integración y expansión económica del Este de Asia con su herencia geohistórica significa que el proceso no puede duplicarse en otra parte con resultados igualmente favorables. La adaptación al emergente liderazgo económico del este asiático sobre la base de la herencia geohistórica propia de cada región más que los equivocados intentos de repetir la experiencia del este asiático fuera de contexto o los, aun más equivocados, intentos de reafirmar la supremacía occidental en base a una defectuosa evaluación del poder real que posee el complejo militar-industrial de Estados Unidos- es el curso de acción más prometedor para el resto de los estados. Por supuesto, un asunto totalmente distinto es si se trata de una expectativa realista.

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS Arrighi, Giovanni (1982). “A Crisis of Hegemony”. En S. Amin, G. Arrighi, A.G. Frank e I. Wallerstein, Dinamics of Global Crisis, 55-108. New York: Monthy Review Press.

Arrighi, Giovanni (1994). The Long Twentieth Century. Money, Powerand the Origins of Our Times, London, Verso.

Arrighi, Giovanni (1996). “The Rise of East Asia. World-Systemic and Regional Aspects”. International Journal of Sociology and Social Policy 16, 7/8, 6-44.

Arrighi, Giovanni (1997). “Financial Expansions in World Historical Perspective. A Reply to Robert Pollin”. New Left Review, proxima aparición.

Arrighi, Giovanni, Satoshi Ikeda y Alex Irwan (1993). “The Rise of East Asia: One Miracle or Many?”. En R.A. Palat, ed., Pacific Asia and the Future of the World Economy, 41-65. West-port, CT: Greenwood Press.

Bairoch, Paul y R. Kozul-Wright (1996). “Globalization Myths: Some Historical Reflections on Integration, Industrialization and Growth in the World Economy”. UNCTAD Discussion Paper # 113.

Braudel, Fernand (1984). The Perspective of the World. New York: Harper ans Row.

Chandler, Alfred (1990). Scale and Scope. The Dynamics of Industrial Capitalism. Cambridge, MA: The Belknap Press.

Cumings, Bruce (1997). “Japan and Northeast Asia into the 21 st Century”. En P. J. Katzenstein y T. Shiraishi, eds., Network Power. Japan and Asia, 136-68. Ithaca, NY: Cornell Univ. Press.

Frieden, Jeffry A. (1987). Banking on the World. The Politics of American International Finance. New York: Harper y Rema.

Friedman, Thomas (1997). “Roll Over Hawks and Doves”, The New York Times, Feb. 2, I: 15.

Giddens, Anthony (1987). The Nation State and Violence. Berkeley, CA: California Univ. Prense.

Gilpin, Robert (1975). U.S. Power and the Multinational Corporation. New York: Basic Books.

Gross, Leo (1988). “The Peace of Westphalia, 1648-1948.” En R.A. Falk y W.H. Hanrieder, eds., International Law and Organization, 45 -67. Filadelfia: Lippincott.

Halliday, Fred (1983). The Making of the Second Cold War. London: Verso.

Harrod, Roy (1969). Money. London: Macmillan.

Harvey, David (1995). “Globalization in Question”. Rethinking Marxism, 8, 4, 1-17.

Helleiner, Eric (1997). “A Challenge to the Sovereign State? Financial Globalization and the Westphalian World Order”. Trabajo presentado en la Conferencia sobre “Estados y Soberanía en la Economía Mundial,” University of California, Irvine, Feb. 21-23.

Hirst, Paul (1996). “Global Market and the Possibilities of Governance”. Trabajo presentado en la Conferencia sobre “Globalización y Nueva Desigualdad”, University of Utrecht, Noviembre 20-22.

Hobsbawm, Eric (1994). The Age of Extremes: A History of the World, 1914-1991. New York: Vintage.

Hui, Po-keung (1995). “Overseas Chinese Business Networks: East Asian Economic Development in Historical Perspective”. Ph.D. diss., Department of Sociology, State University of New York at Binghamton.

Ikeda, Satoshi (1996). “World Production”. In T.K. Hopkins, I. Wallerstein et al, The Age of Transition.Trajectory of the World-System 1945-2025. London: Zed Books.

Japan Almanac (Various Years). Tokyo: Asahi Shimbum Publishing Co.

Katzenstein, Peter (1987). Policy and Politics in West Germany: The Growth of a Semisovereign State. Philadelphia: Temple Univ. Press.

Kraar, Louis (1993). “The New Power in Asia”. Fortune, October 31, 38-44.

Krasner, Stephen (1988). “A Trade Strategy for the United States”. Ethics and International Affairs, 2, 17-35.

Krasner, Stephen (1997). “Sovereignty ant its Discontents”. Trabajo presentado en la Conferencia sobre “Estados y soberanía en la economía mundial”, University of California, Irvine, Feb. 21-23.

Lie, John (1996). “Globalization and Its Discontents”. Contemporary Sociology, 25, 5, 585-7.

McNeill, William (1982). The Pursuit of Power: Technology, Armed Forces and Society since A.D. 1000. Chicago: University of Chicago Press.

Mann, Michel (1986). The Sorces of Social Power, vol. I. A History of Power from the Beginning to A.D. 1760. Cambridge: Cambridge Univ. Press.

Mittelman, James H., ed. (1996). Globalization: Critical Reflections. Boulder, CO: Lynne Rienner Publications.

Ozawa, Terutomo (1993). “Foreign Direct INvestment and Structural Transformation: Japan as a Recycler of Market and Industry”. Business & the Contemporary World, 5, 2, 129-50.

Polanyi, Karl (1957). The Great Transformation: The Political and Economic Origins of Our Time. Boston, MA: Beacon Press.

Rosenau, James (1990). Turbulence in World Politics: A Theory of Change and Continuity. Princeton, NJ: Princeton Univ. Press.

Ruggie, John (1994). “Third Try at World Order? America and Multilateralism after the Cold War”. Political Science Quaterly, 109, 4, 553 -70.

Sassen, Saskia (1996). Losing Control? Sovereignty in an Age of Globalization. Nueva York: Columbia University Press.

Sassen, Saskia (1997). “The Global economy:Its Necessary Instrumentalities and Cultures”. Trabajo presentado a la Conferencia sobre “E-stados y Soberanía en la Economía Mundial”, University of California, Irvine, Feb. 21-23.

Schurmann, Franz (1974). The Logic of World Power. An Inquiry into the Origins, Currents and Contradictions of World Politics. New York: Pantheon.

So, Alvin Y. y Stephen W.K. Chiu (1995). East Asia and the World-Economy. Newbury Park, CA: Sage.

Soros, George (1997). “The Capitalist Threat”. The Atlantic Monthly, 279, 2, 45-58.

Stopford John M. y John H. Dunning (1983). Multinationals: Company Perfomance and Global Trends. London: Mac-millan.

Stubbs, Richard (1997). “Geopolitics, Geoeconomics, and Southeast Asia´s Response to Globalization”. Trabajo presentado a la Conferencia sobre “Estados y Soberanía en la Economía Mundial,” University of California, Irvine, Feb. 21-23.

Taylor, Peter (1991). “Territoriality and Hegemony, Spatiality and the Modern World-System”. Newcasle upon Tyne: Department of Geography, University of Newcasle upon Tyne.

Taylor, Peter (1994). “Ten Years that Shook the World? The United Provinces as First Hegemonic State”. Sociological Perspectives, 37, 1, 25 -46.

Union Bank Switzerland (1996). “The Asian Economic Miracle”. UBS International Finance (Zurich), 29, 1-8.

Wade, Robert (1996). “Globalization and Its Limits: The Continuing Economic Importance of Nations and Regions”. In S. Berger y R. Dore, eds., Covergence or Diversity? National Models of Production and Distribution in a Global Economy. Ithaca, NY: Cornell University Press.

Wallerstein, Immanuel (1995). After Liberalism. New York: The New Press.


Wallerstein,Immaanuel (1997). “States? Sovereignty? The Dilemma of Capitalists in an Age of Transition”. Trabajo presentado en la Conferencia sobre “Estados y Soberanía en la Economía Mundial,” University of California, Irvine, Feb. 21-23.

jeudi 10 avril 2014

Romanos 8, uma pequena introdução

A LEI DO ESPÍRITO DA VIDA
Jorge Pinheiro, PhD

"Portanto, não existe mais condenação para aqueles que estão em Cristo Jesus. A Lei do Espírito da vida em Cristo Jesus te libertou da lei do pecado e da morte. De fato - coisa impossível à Lei, porque enfraquecida pela carne - Deus, enviando o seu próprio Filho numa carne semelhante à do pecado e em vista do pecado, condenou o pecado na carne, a fim de que o preceito da Lei se cumprisse em nós que não vivemos segundo a carne, mas segundo o espírito. Com efeito, os que vivem segundo a carne desejam as coisas da carne, e os que vivem segundo o espírito, as coisas que são do espírito". (Romanos 8:1-5).

Ουδεν αρα νυν κατακριμα τοις εν Χριστω Ιησου. ο γαρ νομος του πνευματος της ζωης εν Χριστω Ιησου ηλευθερωσεν σε απο του νομου της αμαρτιας  και του θανατου. το γαρ  αδυνατον του νομου εν ω ησθενει δια της σαρκος, ο θεος τον εαυτου υιον πεμψας εν ομοιωματι σαρκος αμαρτιας και  περι αμαρτιας κατεκρινεν την αμαρτιαν εν τη σαρκι, ινα το δικαιωμα του νομον πληρωθη εν ημιν τοις μη κατα σαρκα περιπατουσιν αλλα κατα πνευμα. οι γαρ κατα σαρκα οντες τα της σαρκος φρονουσιν, οι δε κατα πνευμα τα του πνευματος. (ΠΡΟΣ ΠΟΜΑΙΟΥΣ 8:1−5).

A LIBERDADE CRISTÃ
(O princípio do contexto)

Tecnicamente, temos aqui dois blocos de textos: um maior, que é o capítulo 8 inteiro, cuja temática é a da vida cristã sob a lei do Espírito; e um bloco menor, que vai do versículo 1 ao 11, e que trata especificamente da vida emancipada por esta lei do Espírito.

O texto em análise está dentro desses dois blocos, que nos dão a linha de pensamento do autor: uma sequência de análises sobre a vida emancipada (vs.1-11); a vida exaltada (12-17); a vida esperançosa (18-30); e a vida exultante (31-39). Dessa maneira, "neste capítulo, o apóstolo traça o curso da vida cristã, na qual a graça triunfa sobre a lei, e os crentes experimentam livramento do pecado". 

A epístola de Paulo, como um todo, enfoca três blocos temáticos: do capítulo 1 ao 8, fala da justificação pela fé; do capítulo 9 ao 11, discute a exclusão temporal dos judeus e a inclusão dos gentios ao povo de Deus; e do capítulo 12 ao 16, exortações práticas.

Ao analisar a justificação, mostra que a salvação do homem repousa fundamentalmente sobre a fé, proveniente da graça de Cristo e não na lei de Moisés. Essa misericórdia de Deus não depende da lei, porque o homem, em sua natureza pecaminosa, não tem como responder efetivamente às exigências da lei, que expressa a santidade de Deus. Assim, a graça provem de Cristo, que no seu amor e sacrifício, perdoa os pecados dos homens. A liberdade da vida cristã, liberdade diante da lei, não depende do próprio homem, nem do que ele possa fazer, mas daquilo que Cristo já fez por ele.

Há uma outra epístola de Paulo, que também trata dessa relacão lei versus graça, que é a carta escrita aos Gálatas, onde o capítulo correlato a Romanos 8 é Gálatas 5. Ali, o apóstolo escreve sobre a justificação pela fé, falando da liberdade cristã.

Sem dúvida, a análise de Paulo parte de elementos vetero-testamentários, que descreve no capítulo 4 de Romanos, ao explicar que a promessa feita a Abraão teve por base a fé, já que ainda era incircunciso e não tinha a lei, enquanto formalização apresentada a Moisés.

A passagem analisada encaixa-se perfeitamente não somente na linha geral de pensamento do autor, mas dentro do ensinamento bíblico como um todo.

NÃO HÁ NENHUMA CONDENAÇÃO
(O princípio gramático-literário)

O texto que estamos analisando está inserido numa epístola, forma literária específica, amplamente utilizada pelos apóstolos e pela igreja primitiva. No capítulo que segue, analisaremos com mais detalhes esta forma literária, inserindo-a no contexto histórico de gregos e romanos durante o primeiro século da era cristã.

A epístola aos Romanos é uma carta de difícil compreensão. Isto porque Paulo tinha o costume de escrever intercalando um pensamento central com várias digressões, tornando complexa a conexão das idéias expostas. Outra dificuldade é o próprio tema, já que o apóstolo estava tratando de um assunto eletrizante para a época, mas hoje aceito pela totalidade cristã: os gentios podem ou não tornarem-se cristãos sem serem prosélitos dos judeus?

Em Romanos 8:1-5, encontramos cinco verbos fundamentais para a compreensão do que o autor está expondo. São eles:

(1) ηλευθερωσεν (ελευθεροω, ωσω, ηλευθωρωσα): o oposto ao estado de escravidão, receber alforria, não estar sujeito a uma obrigação, livrar, libertar. "Te libertou", variantes: "me libertou", "nos libertou". É um aoristo passado, isto significa que a ação foi plenamente realizada, mas segue vigente no presente.

(2) κατεκρινεν (κατακρινω, −κρινω, −εκρινα, κεκριμαι, −εκριθην): penalidade imposta por condenação judicial, servidão penal, condenar. Também é um aoristo passado. 

(3) πληρωθη (πληροω, −ωσω, −σα, κα, μαι, θην): encho, aterro, encho a ponto de transbordar, dou plenitude, cumpro.  

(4) περιπατουσιν (περιπατεω, −ησω, περιπατησα, −πεπαρτηκα): ando, vivo, dirijo minha vida. 

(5) φρονουσιν (φρονεω, −ησω): penso, ter a mente controlada por, ter como hábito de pensamento, inclinar-se.

Desses verbos, dois são antônimos (receber alforria versus condenado judicialmente) e levam à oposição que o autor quer mostrar entre a lei do Espírito da vida e a lei do pecado e da morte. Assim, ao regime do pecado, Paulo opõe o novo regime do Espírito (cf. 3:27+), e diz que em nós transborda o espírito da lei. Esse preceito da lei (δικαιωμα του νομου, que pode ser traduzido como "o que é justo/o que é bom na lei"), cujo cumprimento só é possível pela união com Cristo através da fé, tem sua tradução no mandamento do amor (cf. 13:10, Gl 5:14 e Mt 22:40). Isto porque, não vivemos segundo a carne (μη κατα σαρκα περιπατουσιν), mas andamos no Espírito, ou seja, temos a mente controlada pelo Espírito (αλλα κατα πνευμα).

É interessante notar que a palavra lei (νομος, ου) aparece 70 vezes no texto de Romanos e sempre tem uma das três conotações: (a) revelação de Deus e de sua santidade, (b) foi dada para esclarecer o que é pecado, e (c) existe para orientar a vida daquele que crê.

Da mesma maneira, a palavra carne (σαρξ, σαρκος) é sempre utilizada em Romanos com um dos quatro sentidos: (a) natureza humana fraca (6:19), (b) natureza velha do cristão (7:18), (c) natureza humana de Cristo (8:3), (d) e natureza humana não regenerada (8:8).

O capítulo 8 de Romanos nos apresenta a operação do Espírito Santo, entendida nos versículos 4, 5, 6 e 10, como aquele que comunica a vida. No versículo 2, como aquele que dá liberdade. E no versículo 26, como aquele que intercede pelos crentes junto ao Pai.

É interessante notar que o texto original de Romanos 8, em grego, começa com dois advérbios intercalados por uma partícula ilativa (Ουδεν αρα νυν), que poderíamos traduzir assim: "Atualmente, por isso, nada em absoluto..." pode condenar aqueles que estão em Cristo Jesus. 

Essa partícula ilativa (αρα), que é um conectivo, nos leva ao capítulo 7, onde o Paulo mostra que lei e pecado não são sinônimos. E que há uma grande diferença entre a natureza da lei e a natureza humana. Entre o que é Espírito e o que é carnal. O corpo, com os membros que o compõem (7:24) interessa a Paulo enquanto instrumento da vida moral. Submetido à tirania da carne (7:5), ao pecado e à morte (6:12+; 7:23), Paulo clama: quem me livrará? E dá "graças a Deus, por Jesus Cristo, nosso Senhor" (7:25). É a partir desse clímax, que o apóstolo dá sequência ao texto, informando que "por isso", "hoje", "nada em absoluto" pode condenar os que estão em Jesus Cristo.

PAULO, SERVO DE JESUS
(O princípio histórico)

No mundo de gregos e romanos, as cartas particulares tinham em média, cerca de noventa palavras. Já os textos literários, como os de Sêneca, por exemplo, tinham em média duzentas palavras . As epístolas de Paulo, no entanto, eram bem maiores. A menor delas, dirigida a Filemon, tem 335 palavras, e a maior, enviada a igreja de Roma, 7.101 palavras. Assim, podemos dizer que o apóstolo Paulo criou um novo gênero literário, a epístola, maior que as cartas e os textos literários comuns à época, de conteúdo teológico explícito, e dirigida a comunidade específica.

Quase sempre, as cartas eram ditadas a um escriba profissional, chamado amanuense, que usava uma espécie de taquigrafia durante o ditado rápido. Depois, o amanuense burilava o texto, e o autor, finalmente, editava a carta. Na carta de Paulo aos Romanos seu amanuense foi Tércio (Rm. 16:22).

Quando escreveu sua epístola aos Romanos, Paulo era um cristão maduro. Tinha mais de cinquenta anos e 25 anos de conversão. Estava ansioso para ministrar nessa igreja, que já era conhecida no mundo cristão (1:8), e por isso escreveu a carta que deveria preparar sua futura visita (15:14-17). Foi escrita em Corinto, possivelmente no ano 58 d.C., quando Paulo estava levantando um coleta para os irmãos da Palestina. Partiu, então, para Jerusalém para entregar o dinheiro. Lá é preso, e acabará sendo levado à Roma, mas como prisioneiro.

O CORAÇÃO DAS ESCRITURAS
(O princípio teológico)

Para muitos teólogos, que vão de Orígenes a Barth, a carta do apóstolo Paulo aos Romanos é o ponto alto das Escrituras. Ela sedimentou a fé de Agostinho e a Reforma de Lutero. Calvino, por exemplo, considerava que quem entendesse Romanos estaria com a porta aberta para a compreensão de toda a Bíblia. E Tyndale também diz algo parecido, ao afirmar que Romanos é "a parte principal e mais excelente do Novo Testamento, e o mais puro Evangelion, isto é, as boas novas a que chamamos Evangelho, e também uma luz e um caminho para penetrar em toda a Escritura" .

Em termos de doutrina, Paulo em Romanos mostra que a Lei de Moisés, em si boa e santa (7:12), fez o homem conhecer a vontade de Deus, mas não lhe transmitiu a força para cumpri-la. Deu-lhe consciência de seu pecado e da necessidade que tem de socorro (3:20, 7:7-13). Esse socorro, inteiramente gratuito, chegou através de Jesus. E a humanidade, morta no pecado, é recriada em Cristo (5:12-21), podendo agora viver em liberdade e justiça, segundo a vontade de Deus (8:1-4).

Romanos tem como tema central a revelação da justiça de Deus e a universalidade da obra de Cristo. E, se Romanos é o centro nevrálgico das Escrituras, o capítulo 8 é o coração de Romanos.

PELA GRAÇA, DOM DE DEUS
(Aplicando os princípios)

O capítulo 8 de Romanos mostra que a lei foi, através do sacrifício de Cristo, dominada pela graça. Como vimos neste estudo, a epístola de Romanos é fundamental no processo vivenciado pela Reforma. A igreja que rompe com o catolicismo romano, quer a reformada de Lutero, Calvino e Zwinglio, quer a revolucionária de anabatistas e inspiracionistas, entende que o apóstolo Paulo traça na epístola aos Romanos o curso da vida cristã, mostrando que através da graça há vitória plena sobre o pecado.

Paulo queria deixar claro que as propostas judaizantes não tinham razão de ser, pois a obediência à lei nunca logrou êxito. Através de Cristo, unido a Cristo pelo Espírito, aquele que crê está absolvido de seus pecados e pode iniciar uma vida de liberdade, dentro de uma nova lei, a lei do Espírito da vida em Jesus Cristo.

O que os cristãos do século XVI entendiam, contextualizando os ensinamentos de Paulo, é de não havia mais necessidades de obras e penitências para se alcançar a salvação. O que a Igreja Católica Romana proclamava, tanto no que concerne às indulgências, como às obrigações de caridade, estava fora da doutrina cristã pregada por Paulo nas epístolas aos Romanos e Gálatas, assim como no restante das Escrituras.

Ainda hoje Romanos apresenta ensinamentos fundamentais para a igreja de Cristo: a pecaminosidade do homem (1:18-3:30); sua desesperada luta interior (7:14-25), a gratuidade da salvação (3:21-24), a eficácia da morte e ressureição de Cristo (4:23-25, 5:6-11, 6:3-11), a justificação pela fé (5:1-2) e nossa adoção como filhos (8:14-17).

É a partir desta hermenêutica, delineada nos vários passos apresentados neste trabalho, que o trecho de Romanos 8:1-5 deve ser interpretado. Teremos, então, uma melhor compreensão daquilo que o apóstolo Paulo chama de "a lei do Espírito da vida em Jesus Cristo" e de sua importância no caminhar do cristão.

NOTAS

1. Davidson, F., "O Novo Comentário da Bíblia", Edições Vida Nova, São Paulo, 1994, pág. 1167.
2. "Cumprir, isto é, fazer que a vontade de Deus (revelada na Lei) seja obedecida como deve ser, e as promessas de Deus (dadas pelos profetas) recebam seu cumprimento". Taylor, W.C., Dicionário do Novo Testamento Grego, JUERP, São Paulo, 1991, pág. 177, verbete πληροω, in citação de Thayer.
3. "A usual folha de papiro media cerca de 34 cm x 28 cm (...), podendo acomodar entre 150 e 250 palavras (...), e a maioria das cartas antigas não ocupava mais que uma página de papiro". Gundry, Robert H., Panorama do Novo Testamento, pág. 287. Ed. Vida Nova - São Paulo.
4. Packer, James I. in O Conhecimento de Deus, pág. 235. Editora Mundo Cristão, São Paulo.

BIBLIOGRAFIA

Davidson, A. M.,O Novo Comentário da Bíblia, Edições Vida Nova, São Paulo, 1994.
Davis, John D., Dicionário da Bíblia, Casa Publicadora Batista, Rio de Janeiro, 1978.
Dobson, John H., Aprenda o Grego do Novo Testamento, CPAD, Rio de Janeiro, 1994.
Gundry, Robert H., Panorama do Novo Testamento, Edições Vida Nova, São Paulo, 1991.
Halley, H. H., Manual Bíblico, Edições Vida Nova, São Paulo, 1993.
Pollock, John, O Apóstolo, Vida, São Paulo, 1994.
Rega, Lourenço Stelio, Noções do Grego Bíblico, Edições Vida Nova, São Paulo, 1993.
Taylor, W.C., Dicionário do Novo Testamento Grego, JUERP, Rio de Janeiro, 1991.
The Greek New Testament, United Bible Societies, USA, 1994.
Vanoye, Francis, Usos da Linguagem - Problemas e Técnicas na Produção Oral e Escrita, Martins Fontes Editora, São Paulo, 1979.
Virkler, Henry A., Hermenêutica - Princípios e Processos de Interpretação Bíblica, Vida, São Paulo, 1994.

A epístola de Romanos, segundo Lutero

PREFÁCIO À EPÍSTOLA DE SÃO PAULO AOS ROMANOS (1522). Por Martinho Lutero

Essa epístola é a parte verdadeiramente principal do Novo Testamento e o mais puro de todos os Evangelhos. É digna e merecedora de que o cristão não só a saiba de cor, palavra por palavra, mas que se ocupe com ela diariamente como se fosse o pão diário da alma, pois ela jamais poderá ser lida ou contemplada em demasia e devidamente bem. E quanto mais é praticada, mais se torna agradável e saborosa. Por isso, quero dar também a minha contribuição por meio de meu prefácio, proporcionado-lhes, com a permissão de Deus, um acesso para que ela seja compreendida o melhor possível por todos. Porque, até agora, ela tem sido lamentavelmente obscurecida com comentários maldosos e todo tipo de falatório, ela que em si mesma é uma luz clara quase o suficiente para clarear toda a Escritura.

A LEI 

Primeiramente, temos de conhecer a linguagem e saber o que São Paulo quer dizer com estas palavras: lei, pecado, graça, fé, justiça, carne, espírito e coisas semelhantes, caso contrário a leitura de nada adiantará. Neste caso, tu não deves entender a palavrinha “Lei” de maneira humana, como se fosse uma doutrina referente às obras que precisam ser feitas ou não, como ocorre com as leis humanas, quando a lei é cumprida por meio de obras, apesar de o coração não estar presente. Deus julga considerando o fundo do coração; por isso, a Sua Lei exige também o fundo do coração e não se dá por satisfeita com obras, mas pune, ao contrário, aquelas obras que não vêm do fundo do coração, por serem hipocrisia e mentira. Por essa razão, todas as pessoas são chamadas de mentirosas em Sl 115 [116, 11], pois ninguém cumpre, nem consegue cumprir a Lei de Deus do fundo do coração e porque todos encontram dentro de si mesmos a indisposição para o bem e a disposição para o mal. Onde não houver uma livre disposição para o bem, o fundo do coração não estará com a Lei de Deus; ali com certeza também haverá pecado e a merecida ira de Deus, embora exteriormente pareçam existir muitas boas obras e uma vida honrada.

Por essa razão, São Paulo conclui no segundo capítulo que os judeus são todos pecadores, e diz que apenas os cumpridores da Lei são justificados perante Deus. Ele quer dizer com isso que ninguém cumpre a Lei com obras, mas, ao contrário, lhes diz o seguinte: tu ensinas que não se deve cometer adultério e és adúltero. Do mesmo modo, aquilo que julgas num outro, tu condenas em ti mesmo porque fazes exatamente aquilo que estás julgando. Como se ele quisesse dizer: exteriormente, tu vives perfeitamente nas obras da Lei e julgas aqueles que não vivem do mesmo modo, e sabes ensinar a todos; tu vê o cisco no olho dos outros, mas não vês a trave diante do teu. Já que mesmo cumprindo exteriormente a Lei por meio de obras, por temor à punição ou por amor à recompensa, tu fazes isso tudo sem uma livre disposição e sem amor à Lei, mas indisposto e coagido, preferindo agir de outro modo se não fosse a Lei. Resulta daí que, no fundo do coração, tu te opões à Lei. O que significa então ensinar aos outros a não roubar se, no coração, tu próprio és um ladrão e exteriormente gostarias de sê-lo se pudesses? Se bem que a obra exterior não dura muito nesses hipócritas. Portanto, tu ensinas aos outros, mas não a ti mesmo; também não sabes o que estás ensinando e jamais entendeste a Lei corretamente. Ora, além disso, a lei aumenta o pecado, segundo ele diz no capítulo 5 [20], já que o ser humano acaba se opondo ainda mais a ela, quanto mais for exigido a fazer o que não é capaz.

Por isso, ele afirma no capítulo 7 [14] que a Lei é espiritual. O que significa isso? Se a Lei fosse carnal, as obras lhe bastariam. Sendo, porém, espiritual, ninguém a satisfaz, a não ser que tudo o que tu faças venha do fundo do coração. Mas ninguém dá um coração assim, a não ser o Espírito de Deus; é Ele que iguala a pessoa à Lei incutindo-lhe no coração a disposição para a Lei e levando-o a agir doravante não por temor ou coação, mas de coração livre. Portanto, é espiritual a Lei que quer ser amada e cumprida com um tal coração espiritual e que exige semelhante espírito. Quando ele não estiver no coração, neste permanecem o pecado, a indisposição, a hostilidade à Lei que afinal é boa, justa e sagrada.

Portanto, acostuma-te às seguintes palavras: são coisas bem diferentes fazer a obra da Lei e cumprir a Lei. A obra da Lei é tudo o que a pessoa faz e pode fazer no âmbito da Lei, de livre e espontânea vontade e por suas próprias forças. Mas como, sob e ao lado de tais obras, permanece no coração a indisposição e a coação no tocante à Lei, todas essas obras são perdidas e inúteis. É isso que São Paulo quer dizer no capítulo 3 [20] ao afirmar que ninguém será justificado perante Deus pelas obras da Lei. Por isso, tu vês agora que os rivais acadêmicos e os sofistas não passam de sedutores ao ensinarem a preparação para a graça por meio de obras. Como alguém consegue se preparar para o bem por meio de obras, se não faz uma boa obra sem indisposição e má vontade no coração? Como irá agradar a Deus a obra oriunda de um coração indisposto e contrariado?

Cumprir a Lei, contudo, significa realizar a sua obra com disposição e amor, e viver bem, livre e divinamente sem a coação da Lei, como se não houvesse Lei ou castigo. Mas quem dá ao coração essa disposição a um amor desinteressado é o Espírito Santo, conforme ele diz no capítulo 5 [5]. O Espírito, porém, não é dado a não ser em, com e por meio da fé em Jesus Cristo, como ele afirma no prefácio [1, 17]. Desse modo, a fé não aparece, a não ser por meio da palavra de Deus ou do Evangelho que Cristo prega enquanto filho de Deus e homem que morreu e ressuscitou por nós, segundo ele afirma nos capítulos 3 [21 -25], 4 [24-25] e 10 [9-17].

Disso decorre que apenas a fé justifica e cumpre a Lei, pois traz o Espírito oriundo do mérito de Cristo; o Espírito, porém, torna o coração disposto e livre, tal como exige a Lei; portanto, as boas obras advém da própria fé. É o que ele quer dizer no capítulo 3 [31], depois de ter rejeitado a obra da Lei dando a impressão de querer abolir a Lei por meio da fé. Não (diz ele), nós estabelecemos a Lei por meio da fé, isto é, nós a cumprimos por meio da fé.

O PECADO

Na Escritura, “pecado” significa não somente a obra exterior do corpo, mas todo movimento e agitação feitos para produzir a obra exterior, ou seja, do fundo do coração com todas as forças; desse modo, essa palavrinha é sinônimo de “fazer”, uma vez que assim a pessoa cai e penetra inteiramente no pecado. Já que também não acontece nenhuma obra exterior do pecado sem que a pessoa se entregue inteiramente, de corpo e alma. E a Escritura lança o olhar sobretudo para o coração e para a raiz e a fonte principal de todos os pecados, que é a falta de fé no fundo do coração. Portanto, do mesmo modo que apenas a fé justifica e suscita o espírito e a disposição para as boas obras exteriores, é apenas a falta de fé que peca, induz a carne e a dispõe a más obras exteriores, tal como aconteceu a Adão e Eva no paraíso, Gn 3.

Por isso, Cristo não apenas chama a falta de fé de pecado, mas declara em Jo 16 [8-9]: o Espírito castigará o mundo por cometer o pecado de não acreditar em mim. Por isso também, antes que aconteçam obras boas ou más, na qualidade de frutos bons ou maus, é preciso existir no coração fé ou falta de fé, na qualidade de raiz, seiva e força principal de todo pecado, o que também por isso é chamado na Escritura de cabeça da serpente e o velho dragão, os quais a descendência da mulher, Cristo, terá de esmagar, tal como foi prometido a Adão.

“Graça” e “dádiva” são diferentes porque graça significa na realidade a benevolência e o favor que Deus traz em si mesmo para nós, levando-O a verter em nós Cristo, o Espírito com suas dádivas, como fica evidente no capítulo 5 [15], em que ele afirma: a graça e a dádiva em Cristo etc. Se as dádivas e o Espírito em nós aumentarem diariamente e ainda assim não se tornarem perfeitos por ainda restarem em nós desejos maus e pecados que combatem o Espírito conforme afirma no capítulo 7 [14-23], em Gl 5 [17] e segundo a promessa feita em Gn 3 [15] sobre a disputa entre a descendência da mulher e a da serpente, ainda assim a graça será tanta que perante Deus seremos inteira e plenamente justificados; pois sua graça, diferentemente das dádivas, não se divide, nem se fragmenta, mas nos acolhe por inteiro na benevolência, por causa de Cristo, nosso intercessor e mediador, e porque as dádivas foram iniciadas em nós.

Portanto, tu entenderás o sétimo capítulo no qual São Paulo chama a si mesmo de pecador, para depois dizer no oitavo que nada há de condenável naqueles que estão em Cristo, em função das dádivas imperfeitas e do Espírito. Em virtude da carne ainda não estar morta, somos todos pecadores. Mas, por crermos em Cristo e termos começado no Espírito, Deus nos é tão propício e misericordioso, que não leva em conta, nem julga tal pecado; ao contrário, Ele procede conosco segundo a fé em Cristo, até que o pecado esteja morto.

A FÉ

“Fé” não é a ilusão e o sonho humanos que muitos tomam por fé; e quando veem que não ocorre nenhuma melhora na vida, nem boas obras, mesmo ouvindo e falando muito da fé, as pessoas caem no erro de dizer que a fé não basta e seria preciso fazer obras caso queiram tornar-se devotas e bem-aventuradas. Isso faz que, ao ouvirem o Evangelho, elas se lancem a produzir por seus próprios meios um pensamento no coração que diz: eu creio. E tomam isso como uma verdadeira fé, mas como isso não passa de um pensamento e de uma criação humana que jamais tocará o fundo do coração, elas então nada fazem e consequentemente nenhuma melhora acontece.

Mas a fé é uma obra divina em nós que nos modifica e nos faz renascer de Deus, Jo 1 [12], e mata o velho Adão tornando-nos pessoas diferentes de coração, temperamento, mentalidade e todas as forças, além de trazer consigo o Espírito Santo. Há algo vivo, ativo, atuante e poderoso na fé impossibilitando que ela cesse de praticar o bem. Ela também não pergunta se deve fazer boas obras, mas as faz antes que perguntem e está sempre em ação. Quem, porém, não realiza tais obras é uma pessoa sem fé que anda tateando à procura da fé e de boas obras, e não sabe o que é fé, nem o que são boas obras, e ainda fica tagarelando e conversando fiado sobre elas.

“Fé” é uma confiança viva e ousada na graça de Deus, com tanta certeza que morreria mil vezes por ela. E uma tal confiança e conhecimento da graça divina dá alegria, coragem e disposição perante Deus e todas as criaturas; é o que o Espírito Santo faz por meio da fé. Por isso, sem coação, todos se tornam voluntariosos e dispostos a fazer o bem, a servir a todos, a sofrer todo tipo de coisa por amor e em louvor a Deus, que manifestou semelhante graça; desse modo, é impossível separar a obra da fé; é tão impossível quanto separar a luz do fogo. Portanto, acautela-te contra teus próprios pensamentos equivocados e contra tagarelas inúteis que se fazem de inteligentes ao julgarem a fé e as boas obras, e são os maiores tolos. Peço a Deus que produza a fé em ti, caso contrário, tu talvez permaneças eternamente sem fé mesmo que cries e faças o que quiseres ou puderes.

A JUSTIÇA

“Justiça”, portanto, é essa fé e significa justiça de Deus, ou que vale perante Deus, já que é uma dádiva de Deus que leva o homem a dar a todos o que lhes é devido. Já que, por meio da fé, a pessoa se torna sem pecado e ganha disposição para cumprir os mandamentos de Deus; desse modo, ela honra a Deus e lhe paga o que Lhe é devido. Mas de bom grado, ela serve aos homens como puder, pagando assim a todos. Uma tal justiça, nem a natureza, nem o livre arbítrio, nem nossas forças podem produzir, pois, do mesmo modo que ninguém pode dar a fé a si mesmo, também não se pode eliminar a falta de fé. Como pretender afinal eliminar um único e minúsculo pecado? Por isso, está tudo errado, e não passa de hipocrisia e pecado o que acontece fora da fé ou em meio à falta de fé Rm 14 [23], por maior que seja o seu brilho.

CARNE E ESPÍRITO

Portanto, tu não deves entender aqui “carne” e “espírito” como se carne fosse apenas aquilo que se refere a impudicícia, e espírito o que se refere à interioridade do coração. Na realidade, Paulo chama de carne, tal como Cristo em Jo 3 [6], a tudo o que nasce da carne, a pessoa inteira, com seu corpo e sua alma, sua razão e todos seus sentidos. Por consequência, tudo nela se orienta segundo a carne, e a tu, portanto, compete chamar de carnal aquele que sem a graça muito inventa, ensina e tagarela sobre altos assuntos espirituais; isso tu podes aprender com as obras da carne, Gl 5 [20], visto que ele chama a heresia e o ódio de obras da carne. E, em Rm 8 [3], ele diz que a Lei se enfraquece por meio da carne: ele se refere não somente à impudicícia, mas também a todos os pecados, principalmente, porém, à falta de fé, que é o mais espiritual dos vícios.

Por outro lado, tu chamarás também de espiritual àquele que lida com as obras excessivamente exteriores, como Cristo ao lavar os pés dos discípulos, e Pedro ao conduzir o barco e pescar. Portanto, carne é a pessoa que interna e externamente vive e age de modo a servir aos interesses da carne e da vida temporal; espírito é a pessoa que interna e externamente vive e age de modo a servir ao espírito e à vida futura. Se não compreender desse modo tais palavras, tu jamais entenderás essa epístola de São Paulo, nem qualquer outro livro da Sagrada Escritura. Por isso, previne-te contra todos os mestres que usam essas palavras noutro sentido, seja quem for, ainda que sejam Jerônimo, Agostinho, Ambrósio, Orígenes e outros equivalentes ou mesmo superiores. Passemos agora à epístola.



mardi 8 avril 2014

Marx e o pietismo alemão

A teologia metafórica de Marx
Pr. Dr. Jorge Pinheiro


Dussel considera que Marx não está teoricamente morto, mas, ao contrário, produzirá um novo impulso no pensamento filosófico e mesmo teológico.[1] Para ele, Marx, luterano de origem judia,[2] se preparou para ser professor adjunto de Bruno Bauer em Bonn, onde era professor de teologia. Dessa maneira, se Marx não tivesse deixado a Universidade, teria sido um professor de teologia. Aliás, considera que a teologia não estava fora do horizonte existencial de Marx,[3] porque o protestantismo da região renana, que influenciou a região de Tréveris, cidade natal de Marx, recebeu influência pietista.[4] Ainda no segundo grau, Marx conheceu o pensamento pietista através dos ambientes hegelianos de Berlim e da filosofia vigente na época. Schelling, Hoelderlin e outros da mesma geração também foram marcados pelo pietismo. E nessa tradição situam-se o idealismo alemão e o Iluminismo.[5] Assim, as posições filosóficas, éticas, antropológicas e históricas de Marx estavam relacionadas aos problemas teológicos colocados na época. A partir de tal leitura, vemos que Marx apresentou soluções para problemas teológicos. Por isso, não é de se admirar, diz Dussel, que se possa descobrir posturas teológicas no pensamento de Marx. E para Dussel, uma dessas questões é a doutrina do Anti-Cristo, presente no pietismo alemão, que dava prioridade à práxis, e que Marx utilizou para se opor em primeiro lugar ao Estado luterano e posteriormente para lançar sua crítica contra o capital. Assim, Marx trabalhou com duas premissas, a primeira delas diz: se um cristão é capitalista; a segunda premissa é: se o capital é a besta do Apocalipse,[6] o demônio visível.[7] Na tradição de Israel, Deus é transcendente, donde uma divindade visível é satânica, idolátrica, não pode ser Deus. E a conclusão é: esse cristão se encontra em contradição prática.[8] 

O cristianismo da primeira premissa é o cristianismo existente, cotidiano, enfim, o cristianismo protestante, luterano, puritano da Europa na época de Marx. O capitalismo é igualmente o realmente existente, compreendido cotidianamente por todos. A segunda premissa apresenta o capital como Moloch, fetiche, o demônio visível, como desenvolvimento da doutrina do Anti-Cristo pietista. O cristão se encontraria numa contradição clara, porque o exercício cotidiano da práxis no sistema capitalista envolveria eticamente uma ação demoníaca.[9] E tal construção lógica é verdadeira, o cristão só tem quatro maneiras de livrar-se dela: 1) afirmando seu cristianismo e renunciando ao capitalismo; 2) afirmando o capitalismo e renunciando ao cristianismo; 3) inventando uma religião fetichista, com o nome de cristã, modificada de tal maneira que não seja contraditória com o capital; e, por último, 4) interpretando de tal maneira o capital, a fim de que não apareça como contradição diante do cristianismo profético. As possibilidades 1 e 2 não necessitam nenhuma crítica porque solucionam a contradição objetivamente. Mas, com respeito à posibilidade 3, exige uma crítica da religião fetichista, questão que Marx não desenvolveu integralmente, mas sobre a qual deixou sugestões e que foi entendida pela tradição marxista e não-marxista como crítica da religião. Dussel considera que essa crítica da religião fetichista é perfeitamente aceitável para uma conciência cristã autêntica, profética. Para ele, poderia-se dizer de Marx, o que disse Justino, no século II contra os grupos hegemônicos do império romano: “Daí que nos chamem também de ateus. E se se trata desses supostos deuses [romanos] confessamos ser ateus”.[10] Com respeito à possibilidade 4, Marx dedica a ela toda sua obra, especialmente O Capital, impossibilitando ao cristão escapar da contradição, ao mostrar que o capital é mais valia acumulada, e como mais valia é objetivação do trabalho não pago, ou seja, não se pode esconder a visão crítica da não-eticidade do capital. Mas, por outra parte, para desenvolver seu argumento, Marx mostra também que o capital procura esconder essa não-eticidade através da pretensão de criar o lucro a partir dele mesmo. Essa pretensão é interpretada por Marx como fetichista. O caráter fetichista do capital é a outra cara da interpretação econômica, política ideológica, que oculta a essência não-ética do capital: é a afirmação do capital como “Absoluto”. A crítica do caráter fetichista do capital é, em termos epistemológicos, uma tarefa econômico-filosófica. 

E o argumento de Marx, como todo argumento, parte da premissa menor “e se o capital é anti-Cristo, o demônio visível”. Esse enunciado pode soar como se Dussel quisesse torcer o discurso de Marx para apresentá-lo como teólogo, mas, ao contrário, nos alerta para o fato de que essa contradição do cristão com o caráter fetichista do capital não foi ainda analisada, em termos filosófico e econômico, pela teologia cristã. Mas, Marx, sem dúvida, desenvolve, de maneira metafórica, o tema nos capítulos quatro e cinco de O Capital, ao utilizar expressões como fetiche, demônio e besta do Apocalipse, Moloch,[11] Mamom filosófico-econômico[12] e Baal.[13] Para Dussel essas metáforas produzem como resultado um discurso paralelo dentro do discurso econômico-filosófico central de Marx. E ele chama tal discurso paralelo de teologia metafórica de Marx. 

A metáfora e o símbolo não produzem um novo conhecimento filosófico-econômico, mas abrem um horizonte teológico. Caso fossem metáforas soltas, caóticas, puramente fragmentárias, se poderia falar, no máximo, que existem metáforas teológicas na obra de Marx. Mas como as metáforas têm uma lógica, então pode-se falar de uma proto-teologia ou de uma teologia implícita em Marx. Na verdade, Marx não teve a intenção de produzir uma teologia explícita e, por isso, no sentido estrito do termo, não podemos dizer que tenha sido um teólogo. Mas, segundo Dussel, abriu caminho para uma teologia. Um exemplo é especialmente importante para balizar essa apreciação: nos Grundrisse, falando do dinheiro, Marx diz que “[O dinheiro] de sua figura de servo, que antes se apresentava como simples meio de circulação, se torna de repente soberano e deus do mundo das mercadorias”.[14] Aqui Marx se está referindo ao texto do apóstolo Paulo, em Filipenses 2.6-7, que diz: “Ele, apesar de sua figura divina, não procurou ser igual a Deus, ao contrário, alienou-se a si mesmo e assumiu a figura de servo”. Sem dúvida, Marx utiliza o Novo Testamento de maneira sútil e consciente. Mostra o dinheiro como o inverso do Cristo, como Anti-Cristo. Enquanto Cristo era “figura divina” que se alienou assumindo a

“figura de servo”, o dinheiro, em movimento contrario, sendo “figura de servo”, se transforma em“deus”, em fetiche. Cristo se humilhou, o dinheiro se exalta, se divi niza. Trata-se de uma inversão. Essa maneira metafórica de usar temas bíblicos e teológicos, obriga o leitor de Marx a uma leitura oblíqua, tanto filosófico-econômica como teológica. Só uma leitura aberta, que procura descobrir a lógica do discurso filosófico-econômico de Marx, pode traduzir as significações do caráter fetichista do capital dentro de seu pensamento. Esse é o caminho proposto por Dussel para a compreensão do discurso metafórico, de sentido teológico implícito, negativo e fragmentário de Marx.

Citações

[1] Enrique Dussel, Las metáforas teológicas de Marx, op. cit., p. 5. 
[2] Dussel cita Heinz Monz [Karl Marx, Grundlagen der Entwicklung zu Leben und Werk, Trier, 1973, pp. 215-222] e diz que “quase todos os rabinos de Tréveris desde o século XVII até a emancipação pertenceram à família dos pais de Karl Marx”. E segundo Arnold Künz-li [Karl Marx, Eine Psychagraphie, Viena, 1966, p. 817], também citado por Dussel, Marx só é “compreensível desde a configuração do Antigo Testamento e da mensagem bíblica do judaísmo”. A mãe de Marx, Henriette Marx (1788-1863), era judia de origem holandesa, e teve entre seus familiares importantes rabinos. Seu sobrenome de solteira era Pressburg e Pressborck. Por motivos políticos, já que o imperador prusiano desejava uma burocracia homogênea, seu pai foi obligado a se batizar, possivelmente entre 1816 e 1817. No dia 26 de agosto de 1824 Marx foi batizado. Sua mãe nunca se batizou, mantendo-se espiritualmente judia. Mas, ao que tudo indica, Marx não aprendeu hebraico, porque em seu exame de final do curso secundário não recebeu nenhuma nota em hebraico, o que leva seus biógrafos a deduzirem que não conheceia o idioma. E como seu pai, Marx era de origem pequeno-burguesa, formado na tradição judaica, mas também luterana com influências pietistas, dentro da cultura iluminista da época. 
[3] Enrique Dussel, Las metáforas teológicas de Marx, op. cit., p. 6. 
[4] “O pietismo exigia dos fiéis a ação, a práxis, as boas obras, com um sentido de serviço, de responsabilidade política e econômica, que de alguma maneira tinham visto na Genebra governada pelos calvinistas. Esse aspecto tão positivo do pietismo levará Hegel, contra sua primitiva inspiração, a justificar tempo depois a cultura capitalista, que será duramente criticada por Marx. É interessante ver que Marx criticará os puritanos na Inglaterra, e o protestantismo na Holanda, mas não o pietismo de Wuerttemberg, ao qual de certa maneira estava ligado”. Enrique Dussel, Las metáforas teológicas de Marx, op. cit., p. 7. 
[5] Enrique Dussel, Las metáforas teológicas de Marx, op. cit., p. 13. 
[6] Apocalipse 13.17: “Ninguém podia comprar ou vender, a não ser que tivesse o sinal da Besta ou o número de seu nome”. Apocalipse 17.13: “Esses dez estão de acordo entre si e entregaram a Besta o poder e a autoridade que possuem”. [El Capital, México, Siglo XXI, t. I/1, 1979, p. 106. Edição inglesa, London, t. I, 1977, p. 90: Marx-Engels Werke (MEW), t. 23, p. 101]. Dussel cita Engels, que em sua obra El libro del Apocalipsis (1883) [MEW, 21, p. 11] falando do feticihsmo do capital diz que “essa crise é o grande combate final entre Deus e o Anti-Cristo, como o chamaram outros. Os capítulos decisivos são o 13 e 17”. (Texto incluído na obra de Hugo Assmann, Karl Marx-Engels, Sobre la religión, Sígueme, Salamanca, 1974, p. 326). Engels cita o mesmo texto de Marx em O Capital, e comenta: “O cristianismo, como todo grande movimento revolucionário, foi establecido pelas massas” (Ibid., p. 324; p. 10). 
[7] Karl Marx, La Sagrada Familia, México, Grijalbo, 1967, p. 86 (MEW, II, p. 21). 
[8] Enrique Dussel, Las metáforas teológicas de Marx, op. cit., p. 14. 
[9] Enrique Dussel, Las metáforas teológicas de Marx, op. cit., p. 15. 
[10] Enrique Dussel, Las metáforas teológicas de Marx, op. cit., p. 16. 
[11] O Antigo Testamento no livro de Levítico 18.21 diz: “Não oferecerás em sacrifício o seu filho a Moloque (...)”. E o deus Moloque, a quem os amonitas queimavam seus filhos, é citado em 2 Samuel 12.30; Jeremias 32.35; Sofonias 1.5; e no Novo Testamento: em Lucas 20.2-5. E nos Manuscritos del 44 (OF, I, p. 107; CW, III, p. 273; MEW, EB 1, p. 512) Marx diz: “Para poder converter o amor em Moloque, no demônio corpóreo, o senhor Edgar começa convertendo-o em deus. E uma vez convertido em deus, quer dizer, em objeto teológico, cai naturalmente sob a crítica da teologia, e, como é sabido, Deus e o diabo não andam nunca um muito longe do outro”. 
[12] “Acaso quando dizeis que deve dar a César o que é de César e a Deus o que é de Deus, não considerais como Rei e Príncipe deste mundo não só ao Mamom de ouro, mas também [...] à livre razão?”. Junto a Moloque aparece agora o outro nome do ídolo: Mamom. E Marx adota a posição dos profetas de Israel, explícitamente, já que se compara como jornalista a eles, apresentando-se como “traça para a Judéia e câncer para Israel”, referência ao texto do profeta Oséias 6.12. [Gazeta de Colonia, em OF, I, p. 233; CW, I, p. 147; MEW, 1, p. 42]. 
[13] Enrique Dussel, Las metáforas teológicas de Marx, op. cit., p. 18. 
[14] Enrique Dussel, Las metáforas teológicas de Marx, op. cit., p. 19.

Marx ea relixión

A relixión como espello

O texto onde Marx expón a súa análise de relixión, de forma mellor definida, está na "Contribución á crítica da filosofía do dereito de Hegel ". Para Marx, a relixión é ideoloxía, falsa conciencia , espello de presenta unha realidade de sufrimento e dor , polo que , ante a relixión, o filósofo debe facer a crítica da relixión, xa que desde esta crítica veriamos non a imaxe refletiva , pero a realidade que está na orixe da relixión. Así, a crítica da relixión nos levaría á crítica do Estado, das clases dominantes e das formas opressoras de organización social.

Desa maneira , para Marx , a relixión sería imago do propio ser humano, a encubrir a verdadeira configuración do mundo , e só a crítica da relixión podería levar o ser humano a recoñecer que non existe outra realidade a non ser a que el mesmo crea.

" A crítica recolleu nas cadeas as flores imaxinarias , non para que o home soporte as cadeas sen capricho e consolo , pero para que lance fóra as cadeas e côlhaen a flor viva. A crítica da relixión libera o home da ilusión , de xeito que pense , actúe e configure a súa realidade como home que perdeu as ilusións e reconquistou a razón, a fin de que el xire arredor si mesmo e, así, arredor do seu verdadeiro sol. a relixión é só o sol ilusorio que xira arredor do home mentres el non circula en torno a si mesmo. " (Marx , 1989)

Para Marx , a base e fundamento de toda crítica da relixión é o propio ser humano, xa que el é o responsable da transformación do mundo, non de maneira autónoma ou solitaria , pero socialmente :

"O home fai a relixión , a relixión non fai o home . E a relixión é de feito a autoconsciência eo sentimento de si do home, que ou non se atopou aínda ou volveu perderse. Pero o home é o mundo do home , o Estado, a sociedade. e este estado e esta sociedade producen a relixión, unha conciencia invertida do mundo , porque son un mundo invertido ". (Marx , 1989)

Desta forma, considera Marx, é o propio ser humano quen crea e dá forma, socialmente, á relixión , e esta serve explicar e manter aquelas realidades que deben revolucionadas . Neste sentido , mentres imaxe que acoberta e mantén o status quo da alienación , impide que as persoas tomen conciencia da situación de explotación a que están sometidas , xa que non están preocupadas coa realidade deste mundo, pero proxectan os seus soños a un mundo máis aló, de xustiza e paz:

" A abolición da relixión mentres felicidade ilusoria dos homes é a esixencia da súa felicidade real. O chamamento para que abandonen as ilusións respecto da súa condición é o chamamento para que abandonen unha situación que precisa de ilusións. A crítica da relixión é, pois , en xerme a crítica do val de bágoas de que a relixión é a auréola . " (Marx , 1989)

É importante entender que Marx non estaba mal ao facer a crítica das relixións en Europa da súa época , é católica, quere protestante, que se tornaron entidades de reforzo e mantemento dos Estados nacionais. Como estudosos da relixión , con todo, debemos entender que non sempre o cristianismo cumpriu este papel. Foi, sen dúbida, transformador na súa primeira época e tamén o foi en varias partes do mundo onde levanta as bandeiras da xustiza social. Como Enrique Dussel , teólogo arxentino , hai que dicir que a relixión superestrutural necesita esta crítica da relixión, que será sempre crítica do Estado, da política, da cultura , da sociedade enteira. Pero , só a crítica non terá forzas para transformar a realidade , cómpre que adquira forma material a través dunha relixión infraestrutural que, unida á práxis social, sexa capaz de se apousou das utopías de transformación da sociedade. Só así , a crítica daquela relixión que aliena e exclúe tomará corpo nunha outra relixión, infraestrutural , que, aínda que práxis social, axudará a construír medios e posibilidades para que o ser humano deixa de mirar para si mesmo como persoa humillada , abandonado, desprezable. ( Marx, 1989).

Referencias Bibliográficas

Marx, Karl . Contribución á crítica da filosofía do dereito de Hegel. In: Manuscritos económicos e filosóficos. Lisboa: Edicións 70 , 1989.
_________. A ideoloxía alemá. Hucitec , 1996.

samedi 5 avril 2014

MiraMundo - "Vapor Barato" (+ lista de reprodución)





Luiz, amigo, filho, pai da Liz, marido da Mix. Gente fina!

Paul Tillich, unha lectura

PARA LER PAUL TILLICH
Prof. Dr Jorge Piñeiro

Introdución

A nosa visión pretende buscar inspiración e non tomar as ideas e argumentos de Paul Tillich como canon . Entendemos que os seus escritos foron elaborados en condicións especiais e reflicten conxunturas e realidades peculiares á modernidade do século XX e por iso nos serven de guión para reflexión e non como palabra revelada.

Herdeiro do pensamento alemán do século XIX, Paul Tillich é debedor do idealismo alemán , en especial de Hegel e Schelling , pero é a partir de 1919 , en Alemaña destruída pola I Guerra Mundial que comeza a traballar sobre a idea dunha teoloxía da cultura.

Para Tillich , cultura ten unha lectura diferente da que terá para a antropoloxía da segunda metade do século XIX, que inclúe a produción humana en toda a súa riqueza e diversidade. Para el , a cultura é a produción da intelectualidade ilustrada europea.

E por baixo das manifestacións culturais específicas se fai presente a relixión. Así, para Tillich , a relixión expresa o incondicionado , dando marxe a manifestacións especiais, que se presentan mentres cultura. De aí o seu interese en manter un permanente diálogo con artistas, escritores e co mundo socialdemócrata da época.

Dese xeito , durante toda a súa vida Tillich será un teólogo da cultura e un filósofo da relixión.

1. BREVE RESUMO HISTÓRICO

Paul Tillich naceu na Prusia , na aldea de Starzeddel , provincia de Brandeburgo, em1986 , fillo de pastor luterano . Morreu en 1965 en Estados Unidos.

1910 - Graduouse doutor en Filosofía, en Breslau.
1912 - Licenciouse en Teoloxía ( Ache ) e converteuse en capelán militar. Burgués liberal e idealista , nesa época, chegou á conclusión de que as clases pobres eran explotadas pola aristocracia agraria , polo Exército, pola Igrexa e polo Estado.

1915 - A gran transformación

" A transformación ocorreu durante a batalla de Champagne, en 1915. Houbo un ataque nocturno. Durante toda a noite, non fixen outra cousa que andar entre feridos e moribundos. Moitos deles eran meus amigos íntimos. Durante toda aquela longa e terrible noite, camiñei entre filas de xente que morría. Aquela noite , gran parte da miña filosofía clásica ruiu en anacos ; a convicción de que o home fose capaz de apossando -se da esencia do seu ser , a doutrina da identidade entre esencia e existencia ... Lembro que sentaba entre as árbores dos bosques francesas e lía Así Falou Zaratustra , de Nietzsche , como facían moitos outros soldados alemáns, en continuo estado de exaltación. Tratábase da liberación definitiva da heteronomia . O nihilismo europeo desfraldava o dito profético de Nietzsche , ' Deus está morto ". Pois ben , o concepto tradicional de Deus estaba mesmo morto ". Revista Time, 6/5/59 , p. 47.

Para Tillich había que abandonar aquel Deus concibido pola teoloxía do século 19 e facer o cristianismo responder aos problemas e ás esixencias contemporáneas.

1920 - Escribe Cristianismo e Socialismo.

Fonda , entón, en Alemaña, tras a Primeira Guerra Mundial , un movemento chamado Socialismo Relixioso , que tiña por base a afirmación de que " sen fundamento relixioso ningunha sociedade pode salvar-se da destrución ". Malia os seus esforzos a clase obreira alemá non unirse ao movemento, como Tillich pretendía. O movemento fracasa.

1925 - Comeza a escribir a súa Teoloxía Sistemática , cuxo primeiro volume só será publicado en 1952.
1933 - Escribe A Decisión Socialista , que é aprehendida pola policía nazi, levándoo a emigrar a Estados Unidos, ese mesmo ano. Nos EUA, leciona primeiro no Union Theological Seminary , despois, xa xubilado da Universidade de Harvard e ao final da súa vida no Divinity School de Chicago, onde morre en 1965.

Paul Tillich sufriu influencia da teoloxía dialéctica de Barth (máis tarde se farán adversarios declarados ) eo existencialismo de Heidegger . Pero, en realidade , a súa reflexión terá dous propostas : busca redefinir o concepto de relixión ( Filosofía da Relixión, 1925) e amosar a interdependencia entre relixión e cultura ( Teoloxía de Cultura, 1959). A súa Teoloxía Sistemática está umbilicalmente ligada a esa preocupación.

"No caso de preguntase a unha persoa que quedase impresionada cos mosaicos de Ravena ou coas pinturas da cúpula da Capela Sistina ou cos retratos do último Rembrandt , se a experiencia sería relixiosa ou cultural, ela pensaría difícil responder a tal pregunta. Podería ser correcto dicir que esta experiencia é cultural na forma e relixiosa na sustancia. É cultural porque non está vinculada a un acto ritual específico , pero é relixiosa porque toca o problema do Absoluto e os límites da existencia humana "[ Sulla linea di confine , p.77 ].

2. Teoloxía

É considerado o máis grande pensador sistemático do século 20. A súa teoloxía pode ser situada como un medio camiño entre a teoloxía liberal ea neo- ortodoxia.

Barth ( fideísmo ) versus Harnack (razón ).

Tillich - principio de correlación.

O seu principio hermenêutico é o principio de correlación.

Principio da Correlación

Os elementos relacionados só poden existir xuntos. É imposible que un Aniquile a existencia do outro. Co principio de correlación a reflexión teolóxica desenvólvese entre dous polos : a verdade da mensaxe cristiá ea interpretación desa realidade, que debe ter en conta a situación en que se atopa o destinatario da mensaxe. E situación non se refire ao estado psicolóxico ou sociolóxico do destinatario, pero " as formas científicas e artísticas , económicas , políticas e éticas , nas que [ os individuos e grupos ] expresan as súas interpretacións da existencia ".

Exemplos

O que eu non pode existir sen o mundo, nin o mundo sen o eu.

A fe non pode existir sen a dúbida nin a dúbida sen a fe.

Outros pensadores , como Platón, Aristóteles e Tomás de Aquino utilizaron o principio de correlación , pero Tillich o transformou en principio hermenêutico por excelencia.

Para Tillich facelo teoloxía debe partir dunha correlación epistemolóxica , que divide en tres momentos: Razón / Revelación ; Razón / fe; Filosofía / Teoloxía .

A súa Teoloxía Sistemática divídese en cinco grandes bloques

Razón e Revelación. "A razón non resiste á revelación. Ela pregunta pola revelación. Pois revelación supón a reintegración da razón "[ Teoloxía Sistemática, Sinodal , 1984 , p. 85 ].

O Ser e Deus. "É a finitude do ser que conduce á cuestión de Deus". ( Idem , p. 143 ).

A existencia é o Cristo. "... O termo ' Novo Ser ', cando aplicado a Xesús como o Cristo , indica a potencia que nel vence a alienación existencial ou, expresado en forma negativa , o poder de resistir ás forzas da alienación. Probar o novo ser en Xesús como o Cristo significa probar o poder que nel venceu a alienación existencial en si mesmo e en todos aqueles que teñen parte con el ". [ Systematic Theology II , p. 125 ].

A Vida e Espírito.

A Historia e o Reino de Deus.

3. TEXTOS PARA entenderse TILLICH

A dimensión relixiosa na vida espiritual do home

Paul Tillich , Teoloxía da cultura y otros ensayos , A dimensión relixiosa na vida espiritual do home , Bos Aires, Amorrortu Editores, 1974, pp. 16-17 . (Este texto foi publicado orixinalmente en Man 's right to Knowledge , Columbia University Press, 1954).

En tales circunstancias, desprovista de un fogar, un lugar onde establecer a súa morada , a relixión descobre logo que non é necesaria tal morada, que non precisa buscar un fogar. O seu fogar está en todas partes, é dicir, en profundidade de todas as funcións da vida espiritual do home.

A relixión é a dimensión da profundidade en todas elas , é o espectro da profundidade na totalidade do espírito humano.

Que significa a metáfora profundidade? Significa que o aspecto relixioso apunta cara a aquilo que , na vida espiritual do home, é rematar, infinito e incondicional. No sentido máis amplo e fundamental do termo, relixión é preocupación última. E a preocupación última maniféstase en absolutamente todas as funcións creativas do espírito humano.

Maniféstase na esfera moral coa seriedade incondicional do imperativo moral; onde , cando alguén rexeita a relixión en nome da función moral do espírito humano, rexeita a relixión en nome da propia relixión.

Maniféstase no reino do coñecemento como a procura apaixonada dunha realidade última ; por iso, cando alguén rexeita a relixión en nome da función cognitiva do espírito humano, rexeita a relixión en nome da propia relixión.

Maniféstase na función estética do espírito humano como o anelo infinito de expresar un significado último ; onde , cando alguén rexeita a relixión en nome da función estética do espírito humano, rexeita a relixión en nome da propia relixión.

A relixión constitúe a substancia, o fundamento ea profundidade da vida espiritual do home. Velaí o aspecto relixioso do espírito humano.

Kairós

Paul Tillich , Historia do pensamento cristián, Kairós , Galicia, aste , 2000 , p. 24.

Segundo o apóstolo Paulo sen sempre existe a posibilidade de pasar o que, por exemplo, pasou na aparición de Xesús, o Cristo. A chegada de Xesús deuse nun momento especial da historia en que todo estaba preparado. Imos discutir agora esta " preparación ". Paulo fala de Kairós , para describir a sensación de que o tempo estaba preparado , madura , ou preparado.

Esta palabra grega exemplifica a riqueza da lingua grega en comparación coas linguas modernas. Só temos un vocábulo para " tempo". Os gregos teñen dous, Chronos e Kairos . Chronos é o tempo do reloxo, que se pode medir, como aparece en palabras como cronoloxía e cronómetro.

Kairós non ten nada que ver con ese tempo cuantitativo do reloxo, pero se refire ao tempo cualitativo da ocasión , o tempo correcto. Algunhas historias do Evanxeo falan dese tempo. Determinados feitos acontecen cando o tempo correcto, o Kairós , chega.

Cando se fala en Kairós se quere indicar que algo pasou facendo posibles ou imposibles determinadas accións. Todos experimentamos momentos nas nosas vidas cando sentimos que agora é o tempo axeitado para actuamos , que xa estamos suficientemente maduros, que podemos tomar decisións. Trátase do Kairós .

Foi nese sentido que San Paulo ea igrexa primitiva falaron de Kairós , o tempo axeitado para a chegada de Cristo. A igrexa primitiva e Galicia ata certo punto tentaron amosar por que ese tempo era o tempo correcto, e de que xeito a súa aparición fora posibilitado por unha constelación providencial de factores.

A loita entre o tempo e o espazo

Paul Tillich , Teoloxía da cultura y otros ensayos , A loita entre o tempo eo espazo , Bos Aires, Amorrortu Editores, 1974, pp. 40-42 .

O Deus de tempo é o Deus da historia. Isto significa en primeiro lugar , que é o Deus que actúa na historia con destino a unha meta final. A historia segue unha dirección, algo novo hai de crear -se nela e por medio dela.

Esa meta designa -se de varios xeitos: ben-aventurança universal, vitoria sobre os poderes demoníacos representados polas nacións imperialistas, chegada do Reino de Deus na historia e, máis aló da historia, transformación da forma do mundo , etc.

Os símbolos son moitos - algúns máis imanentes , como no profetismo antigo e no moderno protestantismo, outros máis transcendentes , como nas doutrinas apocalípticas posteriores e no cristianismo tradicional - , pero en todos os casos o tempo dirixe, crea algo novo, unha "nova criatura ", como chama Paulo.

O tráxico círculo do espazo foi superado. A historia ten un principio e un fin definidos.

O profetismo , a historia é historia universal. Negan -se as limitacións espaciais, as fronteiras entre as nacións. Para Abraham todas as nacións serán benditas todas poderán adorar a Deus no monte Sión , o sufrimento da nación escollida ten o poder de salvar todos os demais. O milagre do Pentecostés supera as diferenzas do idioma.

En Cristo salva -se e únese o cosmo , o universo. No seu intento de crear unha conciencia humana indivisa , as misións teñen un carácter universal. O tempo alcanza plenitude na historia ea historia a alcanza no reino universal de Deus, o reinado da xustiza e da paz.

Isto nos leva ao punto decisivo da loita entre o tempo eo espazo. O monoteísmo profético é o monoteísmo da xustiza. Os deuses do espazo suprimen , necesariamente, a xustiza. O dereito ilimitado de todo deus espacial choca inevitablemente co dereito ilimitado de outro deus espacial. A vontade poder dun dos grupos non pode facer xustiza ao outro. Isto é válido para os grupos poderosos que operan dentro da nación e para as propias nacións.

O politeísmo , a relixión do espazo, é forzosamente inxusto. O dereito ilimitado de todo deus do espazo anula o universalismo implícito na idea de xustiza.

Este é o único significado do monoteísmo profético. Deus é un , porque a xustiza é unha. A ameaza profética que pende sobre o pobo elixido, de ser rexeitado por Deus , por mor da inxustiza, é a verdadeira vitoria sobre os deuses do espazo.

A interpretación da historia que nos dá o dêutero - Isaías , segundo o cal Deus chama os demais pobos para castigar a xente por El elixido, debido á súa inxustiza, revisa a Deus un carácter universal.

A traxedia ea inxustiza son propias dos deuses do espazo; a realización histórica ea xustiza o son de Deus que actúa no tempo, e polo seu intermedio , unindo no amor o amplo espazo do seu universo.

Entre a heteronomia e a autonomía

Paul Tillich , Teoloxía da cultura y otros ensayos , Entre a heteronomia ea autonomía , Bos Aires, Amorrortu Editores, 1974, pp. 239-240 .

Todo sistema político require autoridade, non só no sentido de posuír instrumentos de forza, máis tamén en termos de consentimento mudo ou manifesto da xente. Tal consentimento só é posible se o grupo que está no poder representa unha idea poderosa, que goce de significado para todos.

Existe , pois, na esfera política unha relación entre a autoridade ea autonomía, relación que no meu ensaio Der Start als erwartung und aufgabe (O Estado como promesa e como tarefa) caracterizei como segue:

"Toda estrutura política supón poder e , en consecuencia, un grupo que o asume . Posto que un grupo de poder é tamén un conglomerado de intereses opostos a outras unidades de intereses, sempre precisa unha corrección. A democracia está xustificada e é necesaria na medida en que é un sistema que incorpora correcciones en contra do uso erróneo da autoridade política. (...) Os sistemas ditatoriais carecen de correccións contra o abuso da autoridade por parte do grupo de poder. O resultado é a escravitude da nación enteira ea corrupción da clase dirixente ".

O conflito de Lutero cos evanxélicos radicais

Paul Tillich , Historia do pensamento cristián, O conflito de Lutero cos evanxélicos radicais , Galicia, aste , 2000 , p. 238 .

En primeiro lugar, (os evanxélicos radicais) atacaban a doutrina de Lutero acerca da Escritura. Deus non falara só no pasado , converténdose no mudo no presente. Sempre falou ; fala nos corazóns ou nas profundidades de calquera ser humano preparado para oín -lo por medio da súa propia cruz. O Espírito habita nas profundidades do corazón, non a nosa , por suposto, pero o de Deus. Thomas Münstzer , o máis creativo dos evanxélicos radicais, cría que o Espírito podía sempre falar a través dos individuos. Con todo , para recibir o Espírito era preciso participar da cruz.

" Lutero , dicía el, crava un Cristo doce, un Cristo do perdón. Debemos tamén predicar o Cristo amargo, o Cristo que nos chama a cargar a cruz. "

A cruz , diriamos , representaba a situación límite. Era externa e interna. Sorprendentemente, Münstzer expresa esta idea en termos existencialistas modernos. Cando entendemos a finidade humana, desgostamo connosco a totalidade do mundo. E nos facemos pobres de espírito. O home é tomado pola ansiedade da súa existencia de criatura e descobre que a coraxe é imposible. Nese momento Deus se manifesta e el é transformado. Cando isto ocorre, o home pode recibir revelacións especiais. Pode ter visións persoais non só respecto de teoloxía no seu conxunto, pero sobre asuntos de vida diaria.

Entre o luteranismo e socialismo

Paul Tillich , Teoloxía da cultura y otros ensayos , Entre o luteranismo eo socialismo , Bos Aires, Amorrortu Editores, 1974, pp. 259-263 .

É relativamente sinxelo chegar ao socialismo cando parte do calvinismo , especialmente nas súas formas máis secularizadas da última época; o camiño está moito máis cheo de obstáculos cando pasa polo luteranismo.

Son luterano de berce , educación, experiencia relixiosa e reflexión teolóxica. Nunca me situei no límite entre o luteranismo eo calvinismo , nin sequera despois de probar as desastrosas consecuencias da ética social luterana e de recoñecer o inestimable valor da idea calvinista do Reino de Deus para a solución dos problemas sociais.

A esencia da miña relixión segue sendo luterana. Ela abrangue unha conciencia de corrupción do existir , o repudio de todo tipo de Utopía social (incluíndo a metafísica do progresismo ), o percatamiento da natureza irracional e demoníaca da existencia, o recoñecemento do elemento místico na relixión, eo rexeitamento do legalismo puritano na vida privada e corporal.

Tamén o meu pensamento filosófico expresa ese contido singular. Ata agora, só Jacob Bohème , portavoz filosófico do misticismo alemán, intentou unha elaboración especificamente filosófica do luteranismo. A través del misticismo luterano influenciou Schelling eo idealismo alemán, e mediante Schelling , á súa vez , os filósofos irracionalistas e vitalistas que emerxeron nos séculos XIX e XX.

Na medida en que gran parte da ideoloxía anti- socialista baseouse sobre estes últimos, o luteranismo actuou indirectamente a través da filosofía e tamén directamente como forma de control sobre o socialismo.

A visión marxista da situación humana ( alienación )

Paul Tillich , Perspectivas de Teoloxía Protestante nos séculos XIX e XX , a visión marxista da situación humana ( alienación ) , Galicia, aste , 1999 , p. 194 .

A descrición de Marx da sociedade moderna é moi importante. Se nós , en calidade de teólogos, falamos de pecado orixinal , por exemplo, sen entender os problemas da alienación na situación social, non poderemos nos dirixir ao pobo na súa situación real no cotián.

Segundo Marx, a alienación significa a deshumanización presente na situación social. Ao falar da humanidade no futuro, fala de certo humanismo. Agarda unha situación na que o verdadeiro humanismo non sexa aproveitamento de só uns privilexiados ; nin é humanismo a posesión de determinados bens culturais. Busca o restablecemento da verdadeira humanidade , capaz de substituír a deshumanización da sociedade alienada.

O principal nesa idea de deshumanización é que o home se transformou nun dente da engrenaxe no proceso de produción e do consumo. No proceso de produción o traballador individual converteuse nunha cousa , nun instrumento, ou nunha mercadoría comprada e vendida no mercado. O individuo ten que venderse para sobrevivir.

As súas descricións supoñen que o home sexa esencialmente persoa e non obxecto. O home é final e obxectivo supremo e non mero instrumento. Non é unha mercadoría , pero o Telos interior de todo o que fai. É o significado e o branco interior.

A descrición de Marx da deshumanización ou da forma particular de alienación existente na sociedade capitalista contradi completamente a súa herdanza clásica humanista. Non podía haber reconciliación.

En realidade social existe só deshumanización e alienación. Viña de aí o poder para o cambio da situación. Cando Marx, no seu Manifesto Comunista, referíase á liberación das masas das súas cadeas , estas cadeas eran os poderes desumanizadores producidos polas condicións de traballo da sociedade capitalista. Consecuentemente, perdíase o carácter esencial do home neste tipo de sociedade. O home deformaba -se nos dous lados do conflito polas condicións da existencia. Só volveremos , a saber, o que o home realmente é cando esas condicións sexan superadas.

A teoloxía cristiá afirma que podemos saber o que é esencialmente o home, porque o home esencial xa apareceu nas condicións da existencia no Cristo.

A alienación non se refire só ás relacións humanas, caracterizadas pola separación entre as clases , senón tamén á relación do home coma natureza. Retírase do home o Eros. A natureza pasa a ser só cuestión de onde se fan instrumentos , para a construción de bens de consumo.

A natureza deixa de ser un suxeito co cal nós, tamén suxeitos, podemos unirnos en termos de Eros, daquel amor que ve na natureza a potencia interior do ser, o fundamento do ser creativamente activo por medio da natureza. Na sociedade industrial transformamos a natureza na materia de onde facemos as cousas para mercar e vender.

Facultade Teolóxica Batista de Sao Paulo
Sao Paulo, 10 de setembro de 2007.

Debate Realidade Social Brasileira (Semana Cultural 2014)





O papel da democracia direta hoje no Brasil (JP)